A nadie le era ajeno que estamos ya prácticamente en campaña electoral, que la visita programada al Álvaro Cunqueiro era un acto de propagada tendente a confirmar al PP y a convencer a los críticos. Pero quien más crítico se mostró con el nuevo hospital fue el grupo de gobierno de Moaña, que rechazó la visita de forma unánime y, por si a alguien le cabía alguna duda, tachó la visita de "propaganda de unha instalación a medio rematar nas que as persoas usuarias quedan condenadas a utilizar o seu vehículo particular para acceder a mesma, asumindo un custe desorbitado dun parking privado. Tampouco podemos obviar como se trataron aos traballadores e traballadores do sector sanitario no momento do traslado. O que se vendía como un hospital modélico, que ía ser a xoia da coroa do Sergas resultou ser unha das maiores chapuzas e privatizacións encubertas da historia do goberno do PP".

El alcalde de Cangas, Xosé Manuel Pazos,, y su gobierno supieron mantenerse en el plano institucional. Acudió y criticó. Dejó claro que el problema no es el edificio, aunque también, pero, sobre todo, es la gestión del nuevo centro hospitalario. A Pazos se le escapó entre los dedos el conselleiro de Sanidade, al que quería quejarse. Nada más tomar posesión remitió a Jesús Vázquez Almuiña una carta solicitando una entrevista para hablar del centro de salud de Aldán-O Hío y del Centro de Alta Resolución y todavía no tuvo a bien concedérsela, "aínda que a alcaldesa de Mos, Nidia Arévalo (PP) xa tuvo unha xuntanza". Pazos insistió en el acto de propaganda.

¿Y el grupo del PP de Cangas? Pues luciendo edificio. Aseguraba que ya era conocido el prestigio de la sanidad gallega y que ahora "estos pilotos tienen un fórmula uno". Su portavoz, Rafael Soliño, destacaba la modernidad del hospital, su sofisticación, también su grandeza, que podía impresionar, como lo hace un aeropuerto. Manifestó que cualquiera que acudiera ayer a la visita guiada había podido comprobar que "todos esos líos que hubo quedaron aclarados".