Mientras Francia decreta el estado de emergencia y el presidente de la República, Francois Hollande, anuncia reformas en la constitución para luchar contra el yihadistas, los franceses recuperan la normalidad y la vida recupera sus latidos en las calles, plazas y terrazas. Así lo comentaba ayer Adolfo Fernández Villar, un emigrante cangués que lleva 45 años en el país galo donde tenía una empresa de montajes eléctricos. Ahora, con 72 años está jubilado. Vive lejos de donde ocurrió la tragedia, en un pequeño ayuntamiento del cinturón parisino, Issy les Moullinaux, cerca del Parque de Versalles. Desde la ventana de su casa veía como la gente recuperaba su vida, como todo estaba más tranquilo. Relata que no había controles y que la presencia militar se notaba en edificios oficiales y en algunos colegios. Sostiene que hubo más miedo en los días posteriores a la matanza en la revista Charlie Hebdo que ahora, porque el pueblo francés no está dispuesto a vivir siempre con miedo.

Manifiesta Adolfo Fernández que el germen del conflicto en Francia es consecuencia del aislamiento del pueblo árabe en Francia. Conoce a muchos de los que llegaron a París después de la guerra de Argel, de como supieron integrarse y de su pacifismo, pero indica que sus nietos son más beligerantes. "Los árabes son un pueblo muy orgulloso y en París vive en suburbios, con familias enteras en el paro. Pero el problema no es solo Francia, es Bélgica, allí se cocieron también los atentados que hubo en España y en Londres".