Desde que el 12 de agosto de 1898 Antonio Sanjurjo probara con éxito su primigéneo submarino en aguas de la Ría hasta que en octubre de 2014 se concedió a la Fundación Biomédica del Chuvi la patente de invención de un nuevo método para predecir la progresión de los infectados por VIH ha transcurrido más de un siglo durante el cual los vigueses han realizado cientos de aportaciones técnicas a la industria naval, conservera, la automoción, el mercado de los juguetes, los utensilios de cocina y de forma más reciente al ámbito sanitario. En la actualidad es la Universidad de Vigo la principal potencia innovadora de la provincia y una figura puntera en el ranking nacional de innovación, pero en estos casi 120 años de historia han sido cientos los particulares y medianas empresas del municipio los que contribuyeron a perfeccionar el diseño de productos ya existentes o han desarrollado métodos completamente nuevos de producir determinadas mercancías.

La Oficina Española de Patentes y Marcas ha abierto su archivo histórico y permite realizar un repaso minucioso por las más de dos mil patentes y modelos de utilidad registrados por empresas y vecinos de Vigo desde mediados de los años cuarenta del siglo pasado. ¿Y qué se ha creado o mejorado desde aquí? La respuesta es que absolutamente de todo.

De las mentes de los emprendedores locales han salido recipientes precursores de los actuales tupperware, modernos abrelatas, las primeras tapas para sifones que evitaban el goteo, calzoncillos "de cierre automático", correas de reloj sin hebillas, juguetes "saltadores" muy similares a los aparatos que se utilizan hoy en los gimnasios para hacer pilates e innovadoras piezas de mobiliario como una cama plegable o una cunamaleta que supusieron una auténtica revolución para el diseño más conservador de finales de los años 40.

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El salto ha sido inmenso en cuanto a la calidad y detalle de los proyectos desde que se empezaron a registrar estos ingenios más o menos curiosos a mitad del siglo pasado hasta la solicitud de patente internacional el pasado mes de enero por parte de la Universidad de Vigo para un nuevo sistema mecánico de generación de energía eléctrica a partir del movimiento de las olas.

Y en medio de este largo camino, docenas de firmas de la ciudad han realizado grandes avances en sectores estratégicos para la economía gallega como la conserva, la automoción o la náutica deportiva. Cocederos de marisco, nuevos productos de alimentación congelados, sistemas para conservar el pescado fresco en alta mar, máquinas peladoras de filetes,... La lista de maquinaria y productos nuevos impulsados desde la ciudad es interminable. La contribución viguesa a los sectores más ligados al mar es imposible de cuantificar.

Y bucear en los archivos de la Oficina Española de Patentes y Marcas demuestra que los proyectos para reutilizar residuos procedentes del mar para cosmética o alimentación tampoco son nada nuevo. Ya en el año 1945 un alemán residente en Vigo solicitó al Gobierno el reconocimiento de la patente de invención para un sistema que reutilizaba aceites y grasas de pescado para fines industriales, alimenticios y farmacéuticos.

Con estos antecedentes no es difícil de entender que hasta el año 2011 la ciudad de Vigo se mantuviera como la más innovadora de la comunidad originando hasta tres de cada diez inventos gallegos y en amplia ventaja respecto a A Coruña, Santiago o Lugo. En 2012 empezó a detectarse un fuerte retroceso en los datos de Vigo en las estadísticas y por primera vez la capital gallega y la urbe herculina la aventajaban siendo una de las razones fundamentales los recortes públicos en la financiación de la actividad investigadora en los campus universitarios en el sur.