El sorteo de la Bonoloto de ayer dejó en Aldán, en el despacho de loterías de Rozabales, la nada despreciable cantidad de 1.710.350,88 euros. Lo hace cuando las fiestas patronales de Cangas terminan y se prepara la tradicional y popular romería de Darbo.

En este caso la suerte fue más caprichosa casi que nunca. La dueña del establecimiento donde se selló la Bonoloto, Chelo Millán, había comunicado ayer mismo a FARO DE VIGO su intención de liquidar parte del negocio, donde sellado, estanco y prensa comparten espacio con una librería. Comentaba que estaba ahogada por la dichosa crisis y que había decidido liquidar la librería. Precisamente hoy tenía previsto viajar a Santiago de Compostela, para presentarse en la Xunta de Galicia y canjear los vales de los libros de texto por el dinero correspondiente. Lo quería hacer cuanto antes para dejar todo preparado. Aseguraba que la crisis y las tiendas chinas habían derrotado a su librería, "¡con todo el dolor de mi corazón!".

Cuando ya muchas personas de O Hio y Aldán conocían la nueva, Chelo Millán aún no estaba enterada. Pasadas ya las 23.00 horas FARO DE VIGO le comunicó la notica. Llevaba ya tiempo en su casa y no esperaba nada semejante. "¡Me hace mucha ilusión", "¡Qué bueno, pero qué bueno!", repetía Chelo Millán. Parecía como si le hubiese tocado a ella. Desde que su madre abrió este despacho de loterías hace ya unos cuarenta años, jamás había repartido la casa un premio semejante. Mucha pedrea, mucha devolución... como mucho una de cuatro en la Primitiva. Piensa en voz alta "¡Será esa persona que juega tanto dinero a todas las apuestas a la que le tocó. No creo. Si fuese esa persona ya me habría llamado!".

Lo que le extraña es que de la central nadie le hubiese comunicado nada. ¡Tienen mi teléfono movil, aunque la administración de lotería está cerrada a esta horas! Seguro que mañana (por hoy) vendrán ya con el cartel anunciando que tocó aquí la Bonoloto". Chelo Millán reconoce que tienta todas las semanas a la suerte, que lo hace a la Primitiva, a la Bonoloto, a la quiniela a la Lotería Nacional, pero, de momento, nunca obtuvo recompensa a su empecinamiento. Ya se sabe aquello de "en casa do ferreiro, coitelo de pao".

Pese a esa suerte caprichosa, la decisión de liquidar la librería es inamovible. El negocio no se puede aguantar y se quedará con lo de toda la vida: el estanco, la administración de loterías y la prensa. Ya no hay vuelta atrás.

Sabe que lo del pellizco de propina está ahora más difícil que antes, pero se conforma con haber repartido el premio. "Estoy tan ilusionada que es como si me tocara a mí. Es que nunca repartí algo así". Chelo Millán cumplió el mes pasado 50 años.