La enfermedad había acompañado largo tiempo a Mario Riobó y no importó compartirla con sus compañeros y amigos. A pesar de convivir tanto tiempo con la mala noticia siempre cuesta digerir el final. Cuando sus compañeros de corporación, el alcalde Félix Juncal y los concejales Laura Ogando, José Cuervo, Fidel Castro, Martín Villanueva y Xosé Leal levantaron el féretro del concejal fallecido para sacarlo a hombros se hizo un silencio y un escalofrío recorrió a los presentes en el atrio de Santa María de Cela. Incluso las piernas de algún concejal porteador temblaron. Era un trago difícil. Demasiada emoción contenida que hizo tragar saliva y esconder la lágrima que caía disimulada por el rostro quebrado por el dolor. Pero el dolor se mitigaba con las muestras de cariño de la población buenense. Los 200 metros que hay entre la iglesia y el cementerio se hicieron largos, no por el peso del féretro, sino por el peso del dolor tanto tiempo retenido. No faltaron los miembros de otros grupos políticos, que quisieron dejar patente su respeto por Mario Riobó, hombre de fácil querer, al que nunca se le miró la ideología.

Antes de salir de la iglesia, una de las hijas del concejal fallecido tomó la palabra para agradecer a todos sus muestras de cariño y toda la iglesia despidió al féretro con un gran aplauso, ese que le hubieran preferido dar en vida, para recordarle el aprecio que siempre mereció. Ayer era un día triste en Bueu, quizás por eso el sol que permitió lucir el entierro dejó paso por la noche a una tormenta eléctrica que se dejó sentir. Sobre Bueu, sobre el BNG de Bueu había caído un rayo. El dolor pasará y será la memoria la que nos obligue a repetir el nombre de Mario Riobó.