El camino hasta llegar aquí ha sido largo y tortuoso, con más de cinco años de trámites para explicar el proyecto y conseguir los informes favorables de todas las administraciones implicadas. "Hubo muchas veces durante estos años que nos arrepentimos y pensamos en abandonar, nos hemos consumido con este proyecto y podía haber sido una catástrofe para nosotros. Pero ahora estamos eufóricos y dispuestos a seguir adelante", confiesan Mauricio Sánchez-Bella y Alicia Freire.

Ambos destacan los vínculos que mantienen con Bueu y fue precisamente después de construir una casa en Cela cuando se plantearon un algo más. "Nos apetecía hacer una obra aquí, con los amigos que hicimos en Bueu y nos fijamos en la salazón de Mourisca", cuentan. En este proceso destacan especialmente la colaboración y el entusiasmo del constructor Antón Freire, que será quien asuma en breve la obra de restauración y rehabilitación de esta joya de la historia industrial del municipio. "Incluso en los momentos más negros teníamos la intuición de que esto iba a salir bien y seguimos adelante con todo estos amigos que hicimos durante estos años en Bueu", sostienen los propietarios. Ahora sólo esperan el momento de empezar los trabajos y que la salazón recobre su imagen original.