El fotógrafo cangués José María Pérez Santoro (1941) tiene en marcha una exposición en la Casa da Cultura de Cangas organizada por la Asociación Cultural A Cepa y que se puede ver hasta el 28 de mayo. Bajo el título "50 anos dominando a luz", se muestran 120 fotografías tratadas y reveladas con diferentes técnicas que recorren la evolución del artista así como su trabajo de investigación en la disciplina. Todo apunta a que su estudio, situado en la plaza del Eirado do Señal, cerrará sus puertas definitivamente a finales de este año.

-Su carrera es muy larga, más de medio siglo. ¿Cómo se inició en la fotografía, que entonces podía considerarse un lujo?

-Realmente empecé en cine. Estudiaba Bellas Artes en Madrid, eran los años 50 y pasaba mucha hambre, como todos en aquellos años. Me avisaron de que una empresa buscaba a alguien para fotografía. Yo era aficionado, como mi padre. Un tío abuelo mío -Ramón Ocaña- también fue fotógrafo en Cangas. Fui a hacer unas pruebas y era una productora de cine estadounidense grande. Me metí a trabajar en el laboratorio de noche y estudiaba de día. Un día apareció uno de los jefes y me preguntó si tenía una máquina de fotos. Me dijo que tenía que ir con urgencia a un hotel y me encuentro, de repente, fotografiando a la actriz Claudia Cardinale. No me acuerdo del hotel, pero sé que era en la Gran Vía. La actriz me debió ver la cara de pardillo, porque me ayudó mucho (risas). Entonces me preguntaron si quería trabajar en foto fija. Pasé de ganar 4.000 pesetas semanales a 20.000 pesetas. Pero cuando cerró la productora americana, las españolas pagaban muy poco. Así que volví de nuevo para aquí, me instalé en Vigo y después ya para Cangas. La tienda la abrimos en 1964.

-¿Qué le parece que A Cepa pensase en usted para esta exposición?

-Había hecho hace años otra muestra en Cangas con 150 obras, pero distinta a esta. Y expuse ya en bastantes sitios. Ya llevo cuatro homenajes, pero lo cierto es que no me gustan mucho, y no por la edad. En esta exposición son todo trabajos manuales que casi no se conocían o se utilizaban hace más de 100 años.

-Los organizadores de la exposición hacen hincapié en su labor de investigación. ¿A qué se refieren?

-Cuando cumplí los 50 años me dije: "solo me conocen cuatro fotógrafos", y lo que hice fue dejar las bodas o comuniones, que es lo que da de comer, y dedicarme a investigar un poco sobre procesos de revelado antiguos. En esto hay un maestro internacional que es José Gago, que está en Marín. Utilizo procesos manuales empleando polvo de carbón u óxido de hierro. Aunque llevo más de 30 años con digital y no tengo nada en contra de ese tipo de fotografía.

-El efecto que logra es similar al de una pintura. ¿Es esa su intención?

-El objetivo principal para utilizar estos procesos es buscar que las fotografías duren en el tiempo. Este tipo de fotografías no se estropean nunca. No dudo de que las tintas actuales sean buenas, pero eso de que duren cien años no me lo creo mucho. De momento aún no los vivieron. La típica foto en color se empieza a descolorar en unos 20 ó 25 años. Ahora con las cámaras digitales se hacen muchas más fotos, aunque el disco duro o los CD también se estropean. Pero este tipo de fotografía no pierde calidad. Lo que quiero es que cuando yo fallezca mi obra quede aquí.

-¿Distingue entre las fotografías que hace por arte y las que hace para vivir?

-Por supuesto. Las bodas o comuniones se hacen para vivir. No es arte. En una boda eres un autómata que no te puedes saltar los momentos clave de una ceremonia. Es una fotografía comercial y eso es lo que da dinero. Las fotografías artísticas no las suelen querer la mayoría de los clientes. Normalmente lo que ven es la imagen, sin importar el proceso.

-Ahora todos llevan una cámara en el bolsillo. ¿Eso convierte a todo el mundo en fotógrafo?

-No. La fotografía es pintar con luz. Hay fotos hechas con un móvil que sí que son espontáneas y permiten publicarlas en internet. Como aficionado tengo que decir que ese tipo de fotografía es más barata, ahora hay un montón de filtros para las imágenes digitales. Es técnica que ayuda mucho. Pero si el aficionado no sabe ver no va a ser un buen fotógrafo. Además, esto tiene otros inconvenientes. Ahora en una boda puedes hacer mil imágenes, pero el fotógrafo emplea horas en seleccionarlas y retocarlas, y eso no se está valorando lo suficiente. Ahora estás muchas horas sentado y eso genera una "barriguita digital" (risas). Lo mejor es revelar las mejores fotos, porque en papel tienen más valor.