Una conversación más o menos informal en un restaurante de Santiago fue el germen de lo que hoy está reconocido como un santuario único en la península ibérica. Corría el año 2001 y el entonces arqueólogo de la Catedral de Santiago, el cangués José Suárez Otero hablaba con José Enrique Sotelo sobre la existencia de un yacimiento en O Facho del que existía una cierta tradición oral y donde habían aparecido restos en prospecciones realizadas años atrás. Hubo que esperar, no obstante, a 2003 para que las intenciones mostradas en aquella reunión se plasmasen en un proyecto para iniciar el sueño que luego se convertiría en uno de los principales focos de atracción turística del municipio.

Suárez Otero contactó con el Instituto Arqueológico Alemán, que se implicó en la iniciativa, no económicamente, pero sí prestando sus medios y una amplia experiencia que le había llevado a liderar proyectos en Irán o Egipto, entre otros países. Aquella primera campaña se realizó únicamente con fondos municipales, con un presupuesto que rondaba los 50.000 euros. Pronto se vio que la inversión no era en balde. La primera semana se encontraron 18 aras votivas, cifra que se amplió hasta las 57 al finalizar la campaña. El santuario dedicado al dios Berobreo ya era una realidad contrastada.

En ese primer año y en los posteriores se pudo realizar una radiografía cronológica de la ocupación del monte, gracias a la existencia de grabados rupestres y de restos que desvelaron la existencia de un poblado de la Edad de Bronce (siglo IX antes de Cristo) y de una aldea de la Edad de Hierro (siglo VII antes de Cristo) que posteriormente tuvo contactos con la cultura romana. Fue, no obstante, el santuario galaico romano de entre el 250 y el 500 después de Cristo el que mereció mayor atención por su singularidad y por la existencia de más de 170 aras.

La implicación de Diputación y Caixanova junto al concello permitió un plan trienal (de 2006 a 2008) con más de 600.000 euros de inversión. El concello logró fondos Proder para un centro de interpretación que frenó Medio Ambiente y del que después se perdió la subvención. Con el tripartito en el gobierno local las actuaciones en O Facho quedaron paralizadas prácticamente por completo.

Fue en 2011 cuando comenzó a hacerse realidad la declaración de BIC, un proceso en el que hubo que salvar las reticencias vecinales y que finalmente ha desembocado en una distinción que sitúa a O Facho todavía un poco más en el mapa.