Viento en popa y a toda vela, decía Espronceda. Pero el poeta no sabía que A Estrada nunca respiró el aire salino del mar. Sin embargo, varias iniciativas locales se han hecho con su propio navío para navegar por las intricadas aguas de la red. Son negocios sin mostrador, proyectos que han nacido bajo el amplio abanico de posibilidades que ofrece internet y que, gracias a sus llamativas apuestas, saborean cada día las millas del éxito.

Para Rocío Gómez hacer pulseras era tan solo un pasatiempo. En 2012 comenzó a venderlas a través de eBay. Después de llegar al final de una experiencia laboral decidió montar su propia tienda online a principios de 2014. En su nuevo negocio decidió dejar de lado las manualidades y dedicarse a la venta de materiales para la elaboración de bisutería, cordones o colgantes. Gómez asegura que el mantenimiento y gestión de Abalorios Rocío, actualmente su principal fuente de ingresos, requiere más de ocho horas diarias de dedicación exclusiva. "Es muchísimo trabajo", aseguró la emprendedora.

Sin embargo, cuando pone las cartas sobre la mesa, Gómez admite que un negocio online tiene su parte positiva. "Además de la gran inversión que requiere poner en marcha un local, trabajar a través de internet te permite más flexibilidad horaria", indicó. Según relata, en sus dos años y medio de funcionamiento, Abalorios Rocío ha conseguido llamar la atención de clientela procedente de toda España, especialmente de las provincias más pobladas. En cuanto a los productos que más vende, asegura que "va por modas". "Los regalos para miembros de la familia, como colgantes, suelen ser un éxito", declaró. Gómez añadió que también depende de la época del año en la que uno se encuentre. Durante el verano, aumentan las ventas de detalles para eventos y a finales de curso, regalos de graduación. Sin embargo, hay uno de sus productos que está acaparando toda la atención. "Los cordones con motivos étnicos están, últimamente, entre lo más vendido", afirmó.

A pocos meses de soplar su primera vela, detrás de Treboada se esconde el nombre de Noemí Noya. La estradense también comenzó elaborando pulseras de tela como afición pero, según relata, el interés mostrado en las redes por sus curiosos abalorios la impulsó a abrir su propia página de Facebook. Desde ahí vende turbantes, lazos para el pelo y otro tipo de complementos aunque asegura que las pulseras siguen siendo su "seña de identidad".

Noya coincide con Gómez en las facilidades que ofrece internet a la hora de poner en marcha un negocio, tanto por la flexibilidad de horarios como por la escasa inversión que requiere. Y aunque asegura no descartar la posibilidad de abrir su propia tienda física en su futuro, considera que, a día de hoy, "es un proyecto muy arriesgado".

Noya afirma estar "muy contenta" con cómo está funcionando Treboada. Su público, fundamentalmente femenino, interactúa con ella y le propone nuevos diseños. "Me gusta poder llegar a la gente, hablar con ella, saber qué es lo que quieren", indicó. Lo que comenzó como afición, se está convirtiendo en una fuente de ingresos. "No quiero dejarlo, preferiría complementarlo con mi profesión", aseguró Noya.

El proyecto más reciente es Las cositas de Malusa, una página de Facebook en la que la estradense Mari Luz Martínez pone a la venta sus manualidades. Aunque se ha puesto en marcha hace menos de un mes, su gestora asegura tener buenas expectativas al respecto. Aficionada a los trabajos artesanales, las manos de Martínez consiguen rescatar de la basura botellas de vidrio o platos que logra convertir en arte. "Vender está muy bien pero no es una prioridad, hago manualidades porque es una forma de liberar estrés y desahogarme", aseguró.

Martínez explicó que elaborar sus trabajos ocasiona gastos importantes puesto que tanto las pinturas como los papeles que utiliza suelen ser muy caros. Sin embargo, las manualidades se han convertido en un modo de vida de una mente creativa y autodidacta. "Me siento muy realizada cuando la gente se interesa y le gusta lo que hago", indicó Martínez.

Los nombres de estas tres estradenses, como el de otros muchos, se esconden tras la pantalla y no detrás de un mostrador. Internet amplía su oferta, flexibiliza el trabajo y ofrece nuevas oportunidades. Ellas acaban de subirse a un velero que ya no corta el mar, sino vuela. O, al menos, eso vaticinaba Espronceda.