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Luis Miguel Caramés Asorey: "Algo que me gustaría llevar de Holanda a Vila de Cruces es el tema de los subsidios"

"Me dijeron que había una especie de centro gallego en el norte de la ciudad, pero no soy nada nostálgico"

Caramés posa ante uno de los famosos canales de Ámsterdam, congelados durante su primer invierno en la ciudad holandesa.

Fue durante tres años el portavoz del grupo municipal del Bloque Nacionalista Galego en el Concello de Vila de Cruces. Desde hace unos cuatro años cambió el paisaje cruceño por los canales de la conocida como "Venecia del Norte", donde vive junto a su esposa. Luis Miguel Caramés Asorey habla para FARO DE VIGO de su experiencia como habitante de Ámsterdam y de su visión de su tierra desde la lejanía. Caramés es uno de los muchos gallegos que recorren el mundo con una visión cosmopolita.

-¿Qué fue lo que le hizo marchar a tierras holandesas, y a qué se dedica en Ámsterdam? ¿Cuándo decidió hacer la maleta para irse a vivir a Holanda?

-El amor. En el año 2003 conocí a la que ahora es mi esposa, Marisela. Xoán Blanco, el portavoz del BNG, vino acompañado de una morena muy guapa; hija de emigrantes en Venezuela, procedentes de Merza y de Agolada. Ella lleva viviendo en Holanda 19 años. Después de un tiempo en el que perdimos el contacto, volvimos a vernos en el 2010. Una cosa llevó a la otra, y acabamos casando en octubre de 2011. Desde el primer momento ella se ofreció a establecerse en Galicia, pero decidimos que lo más seguro era que yo fuera a Ámsterdam. A los pocos meses de venir comencé a trabajar como conductor de camión por medio de una ETT para Simon Loos, la empresa logística encargada de distribuir los productos de Heineken.

-¿Cuánto ha cambiado su vida desde que está en los Países Bajos?

-Un montón. Debido a mi trabajo tengo que levantarme a las cinco de la mañana, algo poco normal en Galicia. Las comidas son muy diferentes y apenas se para a comer, además de cenar pronto. Los horarios comerciales son muy distintos también. Las tiendas cierran a las 17.00 o 18.00 horas, excepto los jueves que es aún más tarde.

-¿Conoce a más gallegos en su misma situación en esa ciudad? ¿Suelen relacionarse entre ustedes?

-Sí, pero no a muchos. No me relaciono mucho con españoles. Tengo trato con uno que trabajó en la misma empresa que yo durante un mes. También está un nieto de gallego que trabaja conmigo, pero no habla ni español ni gallego. Me dijeron que había una especie de centro gallego en el norte de la ciudad, pero no fui aún por allí. No soy nada nostálgico en este sentido.

-¿Tiene pensado cambiar de residencia para otra ciudad europea o volver pronto a Cruces?

-Nunca se sabe. Pero en principio, no; ni para un lado ni para otro. Sólo llevo cuatro años aquí.

-¿Echa de menos la actividad política? ¿Le gustaría regresar a la palestra municipal?

-No. Yo pienso que el hombre es un animal político, el zoon politikon, que diría Aristóteles. Política no es sólo militar en un partido o ser concejal, pienso que se hace mucha política en bares y restaurantes. A mí me gusta transformar la sociedad, hacer un mejor reparto de la riqueza, trabajar por el bien común... Utopía marxista que le llaman algunos. Pero la realidad es muy distinta, por lo menos en Cruces. Hay ejemplos emocionantes, Carmena, Colau, las mareas de Santiago y Coruña, también Cuiña en Lalín. Ese es un ejemplo de una nueva política.

-¿Qué importaría de Ámsterdam para Cruces si pudiera hacerlo?

-¡Tantas cosas! Los canales, la diversidad cultural, la apertura social. La internacionalidad. Algo que me gustaría llevar de este país es el tema de los subsidios. Aquí tienes derecho a una vivienda social, y las ayudas para alquiler o pago del seguro si no llegas a una renta máxima anual. Medidas sociales, vamos.

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