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Medio siglo sirviendo helados

El bar O Heladero de Lalín continúa refrescando los paladares con estos postres artesanos y su furgoneta sigue siendo seña de identidad de la verbenas de la comarca dezana

José Antonio junto a su madre, Angelita, y su padre, Antonio, en O Heladero. // Bernabé/Gutier

La boleadora -cuchara para colocar las bolas de helado- es una más de familia para Antonio Domínguez, su esposa Angelita Carballo y sus tres hijos: José Antonio, Miguel y Rubén. Todos se criaron entre polos, bombones helados, cucuruchos de vainilla, bocadillos que vendían en las escuelas y el aroma a castañas asadas de octubre.

Corría el año 1962, y Antonio junto a su hermano José dejaron atrás su Parada do Sil (Ribeira Sacra) natal para poner rumbo al Kilómetro 0 de Galicia. "En aquel momento nosotros íbamos a marchar para Suíza, y nos dijo él (su primo): '¿por qué no vais para Lalín que es un pueblo bonito y montáis los helados allí como yo en O Carballiño?'", comenta Antonio. Y así fue, abrieron un pequeño bar en la rúa Rosalía de Castro en el bajo que hoy ocupa El Asturiano y empezaron a rodar con su carro por las ferias y verbenas de los alrededores.

"En aquel entonces las fiestas y las ferias valían mucho, vendías (los helados) desde que llegabas, no es como ahora que da igual llevar helados que no llevarlos". Recuerda Antonio que, más tarde, se pone por su cuenta en el establecimiento O Heladero. Con su diálogo pausado explica como en aquel momento, en Lalín, todavía, no se conocían estos postres y como los niños se acercaban a su puesto preguntando acerca de aquel producto tan extraño que una vez degustado, con el frío y el asombro en boca, volvían a repetir.

Los "heladeros" con su carro, recorrieron a pie los caminos a Prado, Soutolongo, Vilanova acompañados por aquellas mujeres que vendieron sus rosquillas en las fiestas patronales hasta que estas fueron perdiendo éxito. Después, cuando las distancias eran más largas, viajaban en el coche de línea y "¡ala! a ayudarle al Heladero a subir el carro para arriba para mandarlo para Lalín", arguye José Antonio sobre la asistencia de su clientela.

Los más de 80 festejos que mantiene grabados Antonio en la memoria les llevó a recibir cientos de llamadas preguntando sobre la fecha de cada verbena y de paso, para saber si luego, podrían venir con ellos en la furgoneta. No son pocos los que después de averiguar a que romería iban aseguraban, "a donde no va el Heladero no hay fiesta". Una estampa que se resumía, y resume, en esos ojos infantiles buscando su camión tan pronto llegaban al campo de la fiesta. Los tres puestos que tenían en las calles de Lalín desaparecieron a finales de los noventa y aunque la venta de sus helados en las verbenas, está de capa caída, en el bar se siguen manteniendo. Su hijo, José Antonio, está seguro que volverán pronto los gélidos artesanos a poblar la sesión vermú.

Rubén se encarga actualmente de O Heladero,que suma la venta de helados con platos combinados y bocadillos. Sus barquillos forman parte de los postres y meriendas de más de tres generaciones.

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