José Ramón Prado Bugallo, " Sito Miñanco", uno de los grandes capos del narcotráfico gallego, ha pasado los últimos veinte años de su vida en prisión. En 2015 mostró su "arrepentimiento" al juez de Vigilancia Penitenciaria y logró salir a diario para trabajar, pero ahora se ha descubierto -como alertaron las asociaciones antidroga- que el "arrepentimiento" era una farsa y que seguía con su negocio en la sombra, conformando una de las organizaciones más fuertes y peligrosas del país, según el Ministerio del Interior.

Este mismo año concluía su última condena y sólo acudía a dormir a la prisión de Algeciras, de donde salía cada día para trabajar en un parking que, según datos de la investigación, es de su propiedad. A finales de este mes tiene pendiente un juicio por blanqueo de capitales en la Audiencia de Pontevedra, pero la suerte ha vuelto a darle la espalda tras su detención al frente de una potente organización que integra a antiguos colaboradores con representantes de las nuevas generaciones de narcos.

"Sito Miñanco", el más carismático de los contrabandistas arousanos nació en 1955 en Cambados. De familia marinera y humilde, pronto destacó al mando de las planeadoras, primero como mariscador furtivo con el arte del can en la ría de Arousa, y ya en los 80, en el chollo do fume, el contrabando de tabaco rubio americano que se descargaba de grandes mercantes que atracaban a 200 millas de la costa gallega. Entonces constituyó ROS SL, las iniciales de los tres socios (Ramiro, Olegario y Sito) con una sofisticada infraestructura que les permitía operar a gran escala.

Prado Bugallo se había rodeado de una aureola de aventurero y triunfador. Se acostumbró a desafiar las leyes desde muy joven. Su leyenda comenzó tras la gran redada del tabaco en 1984, momento en que sus socios se fugaron a Portugal. Después no aceptaron dar el salto a la droga y cuando salió en libertad provisional -tras tender sus primeros lazos con los colombianos en Carabanchel- montó su propia organización.

Su vinculación con un alijo de cocaína desveló que su negocio no se limitaba solo al tabaco, como él y sus allegados hacían creer, y confirmó las excelentes relaciones que mantenía con destacados jefes de los cárteles colombianos. Su detención ponía también fin a la carismática imagen que se había forjado con el tabaco.

Su compañía sería la más importante, pues llegó a tener en nómina a más de un centenar de personas. Amigos, empleados y vecinos tuvieron su apoyo económico y moral, de ahí el mito del bandido "benefactor" y las simpatías que despertaba. Todos tenían acceso a los mejores hospitales y la organización se hacía cargo de las familias y facilitaba los abogados cuando alguien caía en las redes policiales.

El fútbol era una de sus grandes pasiones y fue presidente del Cambados. Al estilo del colombiano Pablo Escobar, se lo llevó a jugar a Sudamérica y a punto estuvo de ascenderlo a segunda división. Coches, fiestas y mujeres hermosas coronaron el éxito de "Miñanco". Su mítico Testa Rosa permanecía en un garaje de Vilagarcía, mientras él vivía a lo grande y recorría el mundo.

Ingresar en prisión tampoco frenó sus negocios, como se demostró cuando le incautaron varios teléfonos móviles en su celda. Divorciado de su primera esposa, a través de su nueva compañera sentimental, Odalys Rivera, llegó a tener contacto directo con el presidente Noriega en Panamá, donde se afincó un tiempo.

En 1990 se libró de la Operación Nécora dirigida por Garzón porque se encontraba en Panamá. Siete meses después fue detenido en un viaje a Madrid y se le condenó a 20 años de prisión por un alijo de 2,4 toneladas de cocaína. En 2001, estando ya en libertad provisional, vuelve a ser apresado en una operesión de 5 toneladas de cocaína mientras seguía la ruta del barco a través de ordenadores y pantallas en su chalé de Madrid. Le cayeron otros 16 años. Una condena que terminaba de cumplirse este año.