Las excavaciones en el Monte do Castro llevan viso de convertirlo en un de los yacimientos más importantes de Galicia a tenor de los importantísimos descubrimientos, únicos en el noroeste peninsular, que el equipo de arqueólogos de la Diputación ha encontrado bajo tierra.

El director de los trabajos, el arqueólogo Rafael Rodríguez se muestra especialmente ilusionado con el hallazgo de una "imponente" estructura de madera en perfecta conservación, con vigas de metro y medio de largo y listones, que han quedado protegidas bajo un artilugio de madera y que se retirarán para su estudio y conservación cuando llegue la época de lluvias.

En el último mes, los avances han sido espectaculares y el castro está casi irreconocible pues ya descubre la estructura del poblado dominado por una enorme y suntuosa casa–patio, una decena de viviendas, hornos de fundición, almacenes y graneros, además de "cuncheiros" para el proceso de reciclado de la época.

Ayer, este tesoro celta fue visitado por vez primera por el director xeral de Patrimonio de la Xunta, José Manuel Rey Pichel, quien no ocultó su positiva sorpresa por lo que se había descubierto y recordó que este equipo cuenta con todos los permisos y autorizaciones para continuar con una excavación que puede descubrir uno de los castros celtas de mayor relieve de Galicia.

Al responsable de Patrimonio le acompañaban el presidente de la Diputación, Rafael Louzán y la alcaldesa de Ribadumia, Salomé Peña, quienes reiteraron su apoyo a este proyecto de promoción de la civilización castrexa, proyecto que ya se inició en marzo de 2011 por un equipo del CSIC (Centro Superior de Investigaciones Científicas).

La visita sirvió para poner de relieve un asentamiento singular tanto por su estratégica situación en pleno valle del Umia como por lo que representó en su día, al ser uno de los poblados preeminentes de la costa, a tenor de los descubrimientos que se producen prácticamente a diario.

Justo en el curso del paseo, una joven arqueóloga halló una cuenta de un collar, de bronce, y unas pequeñas láminas de hierro que seguramente tengan algún valor documental una vez que se realice el estudio concreto. Es preciso tener en cuenta que en los once meses de trabajo se han lavado e inventariado nada menos que once mil piezas distintas, la más singular un broche de bronce que representa dos leones unidos por la espalda, de unos dos centímetros de largo y uno de alto, que se ha convertido en la "marca" del castro ribadumiense.

Pero en el recorrido también se pusieron de manifiesto otras muchas curiosidades de una urbe que evolucionó, como mínimo desde el siglo IV antes de Cristo, hasta que fue arrasado por el fuego en el siglo I después de Cristo, posiblemente en el año 40 de la actual Era.

Tras los trabajos de los últimos meses, los expertos entienden que el poblado quizás haya comenzado en el siglo VI o V antes de Cristo, en la primera Edad de Hierro, si se pone en colación con alguno de los objetos que han sido encontrado en las estructuras primigenias.

El poblado tuvo una enorme evolución en medio milenio de desarrollo. Así se ven estructuras que se pueden datar en el siglo IV a de C. que están superpuestas con otras que podrían ser del siglo II.

Explica el director del programa de excavaciones que para documentar toda la época va a ser precisa una labor especialmente meticulosa pues se encuentran objetos muy delicados, no en vano han pasado más de 2.500 años por encima.

"En algunas labores tendremos que usar pinceles y aspiradoras industriales para evitar daños irreparables", indicó el director de la excavación dado que algunos materiales son muy endebles.

Es el caso de la zona donde se halló la madera y que está conservada precisamente por el incendio que sobre el año 40 prendieron los romanos para arrasar este poblado, quizás en respuesta al dueño de la casa patio de referencia.

Fue por tanto una especie de suerte para la historia que el castro ardiese pues el Carbono–14 va a permitir datar con exactitud cada uno de los elementos que se descubran y, por tanto, recomponer esta etapa castrexa en la costa.

Y si valor tienen las estructuras arquitectónicas, los objetos y cerámicas localizados, las piedras que señalan donde se encontraban las fundiciones, también pueden ofrecer mucha información la tremenda cantidad de semilla que se encontró en el lugar. Hay maiz, trigo, centeno, cebada y bellotas que aparecen "fosilizados", en palabras de Rey Pichel, y que también explicarán al menos un capítulo de la vida de los primitivos habitantes de Besomaño, el relacionado con su alimentación, pero también con el comercio marítimo.

El equipo también se mostraba ufano a la hora de mostrar la gran portada de entrada al castro, estratégicamente situada en uno de los vértices inferiores de un poblado que se construyó sobre el plano inclinado de la ladera del otero.

La retirada de tierra, junto a la muralla que también se localizó, permite ver en estos momentos una portada amplia a la que se llegaba a través de una escalera que permitía ascender desde el río hacia la croa de la montaña.

El lugar para este paso traza una curva que permitía a los guardianes del poblado ocultarse ante los supuestos enemigos. Se piensa incluso que en lo más alto de la entrada habría dos especies de garitas para hacer una vigilancia más completa.

Respecto a las infraestructuras generales del poblado, destaca la muralla de piedra de mampostería que protegía todo el recinto y que, en partes, está muy bien conservada mientras que en otras solo ha sido posible restaurar la caja de sostén.

Al lado de la muralla se observa un estrecho camino para la circulación a pie de los habitantes y que rodeaba todo el perímetro de la urbe ribadumiense.

Sorprende asimismo al visitatante la imagen de una cabaña con decenas de perforaciones que servían para la colocación de vigas. "Le llamamos el queso gruyere, pero se trata de una forma muy significativa de construir en la época, porque son agujeros de poste", explica Rodríguez. En el lugar puede observarse la perfección de cada uno de estos agujeros, con una profundidad de sesenta centímetros y en los que algunas se observa que la viga se había calzado.

Estas perforaciones se encuentran en el nivel más antiguo del poblado, entre el siglo IV y V antes de Cristo. "Lo calculamos así porque se ha encontrado cerámica asociada a esa época, e incluso anterior", indicó el experto que hizo de guía de los asistentes a la visita,