La noticia inquietante del secuestro en Somalia de dos cooperantes -una médico española y una enfermera argentina-, nos ha devuelto la otra imagen de la Navidad: la Navidad de cientos de buenas personas que sacrifican su bienestar personal para ayudar a los más necesitados. Las dos cooperantes pertenecen a ``Médicos sin fronteras´´, pero para el caso podían ser de ``Manos Unidas´´ o de cualquiera de las órdenes religiosas u organizaciones no gubernamentales que han convertido la solidaridad en algo más que una hermosa palabra.

Somalia es un país desestructurado cuyo gobierno apenas manda más allá de Mogadiscio, la capital. La guerra y la miseria son los apellidos del momento. Hay más de un millón de desplazados y la carcoma del islamismo radical pugna por hacerse con el control político de un país que soporta, además, la presencia de tropas extranjeras. En este caso es en donde debe operar con celeridad la diplomacia española para intentar rescatar a las secuestradas. Hay que desear suerte a Nicolás Martín, embajador de España en Kenia que es quien está coordinando las iniciativas encaminadas al rescate. Desearle suerte en el empeño porque, entre otras razones de peso, los cooperantes que arriesgan su vida ayudando de manera desinteresada a los más pobres, son la esperanza que nos redime a los demás de nuestra pereza o insensibilidad frente a los desheredados de la Tierra.