Opinión | LA HOGUERA
El derecho a cagarse en Dios
Cuántas veces se puede uno cagar en Dios durante un minuto y 49 segundos? Haga usted la prueba, agarre el cronómetro, empiece a decir “cago en Dios”, anote un palito por cada blasfemia, y mientras tanto yo le digo que en un minuto y 49 segundos se puede asesinar a 12 personas y herir a otras 11 por una blasfemia. Ese es el tiempo exacto que los hermanos Said y Chérif estuvieron de visita en la redacción de la revista Charlie Hebdo vaciando cargadores, en 2015.
“Un minuto cuarenta y nueve segundos”. Así se llama el libro de uno de los supervivientes, Riss, el director de la revista. Se suma este al de Philippe Lançon, llamado “El colgajo” por la forma en la que le dejaron la cara los tiros, o a “Seguir dibujando”, de Corinne Rey, que firmaba sus dibujos como Coco: ella abrió la puerta de la redacción a los terroristas, a punta de fusil automático, y escuchó debajo de una mesa el resto de la historia. Horrendo.
Es relativo lo hiriente que es una blasfemia, lo gracioso que es un chiste, como el tiempo. ¿Cuántas veces ha logrado usted cagarse en Dios mientras los hermanos Said y Chérif lograban matar a doce? Un minuto y 49 segundos pueden pasar rápido al ritmo de la música o lento al ritmo de las balas.
Cuenta Riss en el libro que un año después del atentado volvió a la oficina desmantelada de lo que había sido la redacción y le sorprendió encontrar pocos agujeros de bala en el techo y las paredes: prueba de la precisión con la que Chérif y Said dispararon. De las ganas que tenían de acertar, aunque no supieran exactamente contra quién estaban disparando.
¿Sabía contra quién estaba disparando la revista “Charlie Hebdo” cuando mostró su solidaridad con los dibujantes daneses amenazados por el islamismo fanático? Lo sabía, por supuesto que sí. Como lo sabe Zorzal, la diminuta editorial que publica el libro de Riss, fundada por un matemático argentino que se ha cansado de las cosas que pasan en su país y se ha venido a vivir a Barcelona. También publica “El derecho a cagarse en Dios”, de Richard Malka, donde se esclarece la forma en la que unos trazos en el papel en un país nórdico terminaron condensando el odio de un montón de fanáticos en algo menos de dos minutos de eficacia asesina.
Que los supervivientes de aquello escriban son pruebas de que el esfuerzo de los fundamentalistas por hacer callar a los blasfemos es estéril. Mirad, si no, la que hay montada en Irán tras 40 años de manipulación teocrática, y todo por el velo. Siendo tan idiota se puede vencer, no convencer.
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