Cuando ni él mismo lo esperaba, Pedro Sánchez ve la oportunidad de colarse en La Moncloa al frente de una moción de censura. Es el líder veleta de un partido desdibujado frente a un presidente del Gobierno que no resulta creíble, cuestionado por un pasado corrupto, que le persigue de manera implacable, y por su falta de reacción. Rajoy, no solo ha perdido la posibilidad de volver a presentarse como candidato, sino que incluso puede ir pensando en hacer las maletas.

Pero el castigo a la corrupción organizada en el Partido Popular no debe pagarlo el país con el peligro de inestabilidad que se avecina. España, en una situación de emergencia como la que vive, con el desafío catalán en constante ebullición, debe aspirar a una convocatoria de elecciones que permita una nueva mayoría solvente y constitucionalista, no a un gobierno del PSOE, aún más débil del que existe, sustentado en Podemos y los independentistas. Pedro Sánchez ha dicho que no va a renunciar al apoyo de quienes pretenden separar España pero que, a la vez, defenderá la Constitución, la soberanía nacional y la integridad territorial. Me pregunto de qué forma lo va a conseguir teniendo como aliado a Torra. No ha puesto plazos a la convocatoria de elecciones que reclama Ciudadanos para apoyar la moción de censura contra Rajoy. Las urnas posiblemente le convengan al partido de Rivera, bendecido por los sondeos, pero en realidad son la salida una vez que todos coinciden en que el Gobierno no debe agotar la legislatura por falta de credibilidad.

El asalto al poder por medio de un atajo y con tan malas compañías presagia lo peor. Y lo peor resulta bastante más preocupante que lo malo.