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Antonio Touriño

El mirador de Lobeira

Antonio Touriño

Lo que queda en la memoria

Los errores humanos cuando se cronifican son garrafales. La Historia así lo confirma pero no hace falta remontarse tan atrás ni irse tan lejos. Hace ahora un mes que O Salnés sufrió la devastadora ola de incendios que arrasó los montes Xiabre y Castrove, nueve años de las inundaciones terroríficas, como consecuencia de fuegos que en 2006 arrasaron la comarca, otro tanto de la explosión de la química Brenntag, o las secuelas que dejó el Prestige en la ría. Son solo alguno de los clamorosos ejemplos de catástrofes que han removido la conciencia de los ciudadanos en aquellas fechas.

Todo son ejemplos de catástrofes cercanas y que en su día activaron conciencias con actitudes merecedoras de las más altas distinciones y honores a vecinos que respondieron de inmediato a la hora de colaborar en la extinción de los fuegos, de retirar capachos de chapapote o achicando agua con las fregonas.

Pero pasa el tiempo y llega el olvido. Una amnesia que solo se justifica por la capacidad del cerebro de olvidar los peores recuerdos, aquellos que se pretenden ocultar a la memoria colectiva aunque más bien parece que es la mejor fórmula para que la administración haga la vista gorda respecto a sus obligaciones de proteger a todos de forma similar.

El monte sigue igual de abandonado porque la política forestal, como la medioambiental o la de prevención queda solo plasmada en un montón de papeles mojados.

Hablar de indemnizaciones es harina de otro costal pues llegan a cuentagotas, si es que llegan, pues no es fácil reunir todos los documentos que demuestren que uno ha sido víctima de una catástrofe.

Baste recordar las excusas de los seguros, consorcios y demás compañías cuando un tremebundo tifón lleva por los aires el tejado de una casa humilde porque el viento tiene que superar rachas de 120 kilómetros por hora y si no hay manga que lo determine no hay ayuda que valga.

Por eso es bueno que haya aniversarios, que se recuerden las tragedias para que no se olvide la fragilidad de este mundo, pero sobre todo para que se mantenga el compromiso de prevención que se debe exigir a las autoridades, sean del rango que sean. Ya está bien de lamentar.

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