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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

La pereza

A la vista del balance de "producción" que esta legislatura lleva en los doscientos días -más o menos- transcurridos desde que se puso en marcha, no sería extraño que algún observador la adjetivase como un periodo especialmente representativo de la pereza de sus señorías. Porque despachar en ese tiempo una Ley -la de Presupuestos- y analizar con freno y marcha atrás otra, la de Protección Animal, no se puede calificar de estajanovismo, y ni siquiera de ritmo adecuado a las necesidades del país.

Parece más que probable que los/as diputados/as no estén conformes con esa adjudicación tan crítica, pero aun así no solo resulta adecuada, sino que podría quedarse corta. Porque un proyecto como el de las cuentas, prácticamente trillado del periodo anterior, apenas ha supuesto otra cosa que el de las numerosas reuniones de Comisión, y el otro, aun aceptando su interés, es discutible su urgencia y más aún la parsimonia con que los Grupos se han tomado los debates.

Sus señorías podrían endosarle la responsabilidad de tan escasa cosecha a la necesidad no satisfecha de elaborar un nuevo Reglamento de la Cámara, que si ya parecía apropiada en el periodo anterior, ahora -con la nueva situación- es también urgente. Una reforma que no solo aligere los trámites, sino que agilice los debates y que acorte el itinerario por el que las iniciativas llegan a discutirse. Eso, además de otros "detalles", mejoraría sin duda el papel representante.

Sin intención alguna de indicar a sus señorías lo que han de hacer, que sería una inaceptable pretensión, quizá no les molesten las observaciones formuladas porque se orientan a colaborar con lealtad a su función. Y como a veces un par de ojos u oídos, sumados a los setenta y cinco que ya hay, no estorba -incluso a pesar de que puedan estar algo estropeados por el uso-, se expresa todo lo antedicho. Para colaborar en la mejora, que sería de tontos conformarse con el deterioro de imagen: los principales perjudicados no serían los legisladores, sino los administrados.

Desde algunos sectores del entorno político se ha resaltado, en referencia a la Cámara actual, un dato interesante relativo al cambio de tono y aun de formas en los debates. A diferencia de lo que ocurría antes, gobierno y oposición cruzan duras críticas y de vez en cuando descalificaciones, pero el ambiente de insultos permanentes casi ha desaparecido. Y eso es bueno porque relaja un poco las tensiones sociales, pero que un Parlamento sea civilizado no es bastante: debe ser, a la vez, útil.

¿No...?

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