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Popular: otra vez sin transparencia

¡La compra por un euro del Popular por parte del Banco Santander ha evidenciado dos cosas. La primera y más evidente, que se pueden salvar grandes entidades financieras con dificultades sin utilizar ni un euro de los recursos públicos. Solo con una regulación adecuada. La segunda, pero no menos importante y preocupante, que el sistema bancario y quienes deben controlarlo continúan siendo tan opacos e incompetentes o más que en 2008, cuando se abrió el suelo bajo los pies de la economía mundial con la caída de Lehman Brothers.

La factura del Popular la han pagado sus accionistas, que tuvieron un banco que llegó a valer 20.000 millones de euros -más de 25 euros la acción- y que han visto reducida su inversión a cero. Hasta ahí bien, porque nadie puso una pistola en la sien a sus más de 300.000 propietarios para mantenerse en unas posiciones que se devaluaban cada día, sobre todo en los últimos tres años. Ha habido tiempo para salir corriendo a valores, como las firmas metalúrgicas, que en 2016 dieron rentabilidades del 190%.

Pero claro, en esta partida ha habido inversores, directivos y hasta instituciones que no han dispuesto de la misma información. Y en economía, ya se sabe, la información es negocio. Y la opacidad, en muchos casos, delito. ¿Alguien hubiera acudido a la última ampliación de capital del Popular si hubiera conocido la situación real de la entidad?

Habrá que estudiar el folleto en profundidad por si acaso.

¿Cómo es posible que Banco Popular superara el test de estrés de la Autoridad Europea Bancaria (EBA) hace once meses y ahora acredite un agujero de unos 8.200 millones de euros para empezar? El supervisor europeo concluyó que la entidad podía continuar con su negocio y que sería solvente en caso de recesión económica. Menos mal que España lleva dos años creciendo por encima del 3%. En esa prueba de solvencia el banco obtuvo una ratio del 6,62%. Más de un punto sobre el suspenso fijado en el 5,5%.

¿Dónde ha estado el Banco de España? A dos meses vista seguía confiando en la viabilidad de la entidad y ha tenido que ser un analista independiente el que sentenciara al Popular en el demoledor informe que utilizó el mecanismo del Banco Central Europeo para apretar el botón rojo. El Gobierno, con buen criterio, siempre ha dicho que se trataba de un tema privado y, por suerte, no ha caído en la tentación de obligar a Bankia a deglutir el cadáver en el que se había convertido la entidad.

Mucha curiosidad me suscita también la investigación que ha abierto la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) sobre los últimos meses de cotización del Popular en el Ibex35. Tanto las ventas a corto como la espantada de algunos grandes inversores están bajo vigilancia.

En la venta de las cláusulas suelo la clave para que la Justicia europea tumbara este abuso de la banca fue la falta de transparencia. Como dice el catedrático y Magistrado del Tribunal Supremo, Javier Orduña, los tribunales están fallando a favor de los consumidores en base a la ausencia de este principio básico de los acuerdos y las transacciones. Y en el último año de vida del Banco Popular, la opacidad en sus gestores, en los supervisores y en los mercados ha sido clamorosa.

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