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Derechas e izquierdas feministas

La II República dio alas a las mujeres, que multiplicaron su presencia y, sobre todo, su implicación en muchas actividades hasta entonces vedadas. La nueva Constitución aprobada el 9 de diciembre de 1931 cambió en buena medida su estatus social con la concesión del sufragio universal.

Una mezcla de perplejidad y sonrojo produce desde la perspectiva actual la intervención protagonizada durante el debate constitucional por el ilustre catedrático Roberto Novoa Santos, portavoz de la Federación Republicada Gallega, como fiel reflejo de la cultura machista imperante. El doctor Novoa no solo manejó una singular argumentación biológica para negar el voto a la mujer por su temperamento irreflexivo, sino que también advirtió que tal concesión supondría "dar el triunfo a la derecha" y permitiría "convertir España en un estado conservador y teocrático".

Las españolas tuvieron que esperar casi dos años más para votar por primera vez en las elecciones municipales del 19 de noviembre de 1933. En cambio, su activismo político resultó patente desde el día siguiente de la entrada en vigor de la nueva Constitución.

A principios de enero de 1932 nació en Pontevedra el Partido Radical Socialista Femenino, que contó con nueve integrantes en su primera junta directiva: Presidenta, Isolina Méndez Rodríguez; vicepresidenta, Gloria Campos Fernández; secretaria, Aurora Poza Pastrana; secretaria de actas, Pura Couto; contadora, Rosa Lucas; tesorera, Luisa Vidueira, y vocales Mencía Solleiro Cons, Amalia Vázquez y Teresa Rodríguez.

Con el paso del tiempo, la presidenta Isolina Méndez se convirtió en la segunda esposa del doctor Celestino Poza tras el fallecimiento de su primera mujer.

La reacción no tardó en llegar y en febrero surgió la Sección Femenina de la Unión Regional de Derechas de Pontevedra. El tristemente célebre Víctor Lis Quibén actuó como secretario durante su etapa de formación e hizo un buen trabajo, a juzgar por la respuesta obtenida. Para asistir al acto de constitución en esta ciudad se inscribieron nada menos que 600 mujeres.

Una nutrida junta directiva se estrenó con Leopoldina García Solís, viuda de Palmés, como presidenta. A su lado estuvieron Manuela Calviño, 1ª vicepresidenta; Felisa Lerones, 2ª vicepresidenta; Rosa Fernández secretaria; María Teresa Lino, 1ª vicesecretaria; Casilda Sáenz, 2ª vicesecretaria; Flora Taboada, tesorera; María Campo, 1ª vicetesorera; María Losada Prada, 2ª vicetesorera; y vocales, María Pita Cobián, Francisca Blein, Adelina Vázquez, Concha Mendoza Babiano, Amalia Ulloa, Peregrina Castilla, Esther Losada, Herminia Álvarez, María Acuña, Carmen Ermelo Menduiña y Luisa García Montes.

Al igual que su homóloga izquierdista, Leopoldina García Solís desplegó una gran actividad política y luego apareció al frente de las "margaritas", sección femenina de la Comunión Tradicionalista (carlistas).

Tras la instauración de la II República, que situó a la mujer en su mayoría de edad, Mª del Rosario Sánchez Lubiáns, logró algo inaudito: un puesto de oficinista en la Universidad de Santiago tras realizar unos exámenes muy brillantes, al tiempo que cursaba estudios en la Facultad de Derecho. Ella fue la primera joven pontevedresa que simultaneó trabajo y estudio en aquellos días de vino y rosas.

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