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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

Los suspensos

Ahora mismo, cuando los partidos en Galicia podrían, y seguramente deberían, ocuparse en la tarea de poner remedio -o al menos sentar las bases para intentarlo- a la llamada crisis demográfica, da cierta grima no sólo que no lo hayan iniciado entre todos, ya que a todos afecta por igual, sino que ni siquiera aparezca subrayado en las respectivas agendas de prioridades.

Es cierto que el PP remitió hace algún tiempo una especie de anteproyecto, pero también que su oposición de entonces ni siquiera intentó no ya mejorarlo, sino tomarlo en consideración.

Lo malo del asunto es que el tiempo sigue corriendo, los plazos acortándose y las cifras estadísticas reiterando, con oscilaciones diversas pero siempre a la baja, sus advertencias de que el asunto va muy mal. Y que de seguir así, en unos treinta años, o sea, en vida de casi la mitad de la población actual, no habrá margen suficiente no sólo para absorber las nuevas pensiones -por ejemplo- sino para seguir pagando las actuales incluso aunque sea previsible un descenso, por defunción, de no pocos de sus beneficiarios. Y además habrá otros problemas.

El último dato, conocido hace casi unas horas, habla de que este antiguo Reino ha perdido desde el anterior balance un total aproximado de once mil habitantes. Y algunos, optimistas oficiales o meros tontos útiles, se han quedado sólo con los números hablando de que "el ritmo de caída parece haberse suavizado". Vaiche boa: cualquier gobierno sensato, con "amigos" como esos, haría bien en cerrar la nómina y cuidar mejor a sus "enemigos", a los que al menos ve venir y permiten recibirlos despierto y preparado.

Es por eso por lo que, dicho con toda lealtad y respeto, conviene solicitar de la Xunta y de su oposición un esfuerzo no ya para entender la gravedad del problema -que eso debe darse por supuesto: de lo contrario cumple enviar un mensaje de socorro urbi et orbi- sino para superar conjuntamente la dificultad de solucionarlo. Y se dice que ha de ser entre todos porque cualquier plan en esa línea precisa bases comunes y sobre todo un plazo de tiempo pactado para evitar que los diferentes gobiernos que seguramente habrá se contagien del síndrome de Penélope y se dediquen a destejer en sus turnos lo que otros tejen en los suyos.

Hará falta también una política transversal a la que aporte cada responsable de área todo cuanto pueda. Y por eso no debería hablarse en serio de "un Plan", sino de "planes" diversos -el forestal, el eólico, el energético, el lácteo, el de educación, el de ordenación territorial, etc.- que desarrollados de forma coordinada, dinamicen el país entero y sienten las bases sostenibles de un futuro próspero. Y de ese modo, liberen del suspenso general que, aún con matices y calificaciones diferentes, amenaza hoy a todas las fuerzas políticas e incluso al sistema mismo.

¿Eh??

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