En la cimentación del edificio metropolitano vigués la controversia de hoy es una cuestión política, no jurídica. El Área está viva gracias al mecanismo legal de sus acuerdos, que continúan teniendo vigencia y que todas las instituciones siguen apoyando. Con esta herramienta se puede comenzar a construir la nueva sociedad metropolitana y propiciar nuevas iniciativas, sin que la posición ideológica de cada grupo llegue a anular el levantamiento de la gran casa metropolitana, ya compleja de por sí, como para seguir utilizando el Área como arma arrojadiza por cualquiera de sus componentes hasta las próximas elecciones. Existe un marco legal y reglamentario como factor determinante para conformar el gobierno del Área Metropolitana de Vigo. Ahora hace falta voluntad política y el espíritu de compromiso de todos sus miembros conforme a los acuerdos de este convenio vigente.

Es importante reconocer que el Área no se desmoronó por la controversia de su estructura ni de sus competencias. Quizás se haya paralizado por la sobreactuación de algunos de sus integrantes y el maniqueísmo de otros. Por eso es necesaria más tranquilidad política para poder encontrar vías de solución. Esta crisis metropolitana no radica en la estructura del transporte ni en la idoneidad de su esquema. El transporte es un habitante más de esa gran casa metropolitana que todavía necesita una mayor definición y envergadura. Como en un cuento de Asterix alguien sembró la sospecha de manejar los hilos, controles y la colocación de los mejores asientos en el autobús de la aldea celta. Esa sospecha actuó como el ácido que corroe los cimientos de la institución metropolitana más grande de Galicia. Pero el problema no es el transporte. Lo que realmente está en cuestión es la voluntad política para construir el edificio común. La ilegitimidad de alguno de los componentes asamblearios debió solucionarse con inmediatez y contundencia. Para enderezar estos temas solventables no hacía falta llamar al juez, sino ponerse en marcha y emprender el trabajo conjuntamente. Hay que levantar el edificio metropolitano con urgencia, coordinar esfuerzos y diseñar sin injerencias el complejo proyecto del transporte metropolitano del futuro, entre otros.

Con interés político, antes del verano, se pueden crear las condiciones para constituir de nuevo la Asamblea y erigir la institución que represente a todas las mujeres y hombres metropolitanos. La opinión pública es más sabia que muchos políticos y asesores juntos. Por eso su mayoría da legitimidad para recomenzar con urgencia un camino nuevo y con el mismo convenio firmado por los concellos de la metrópoli y la Xunta de Galicia. Estoy convencido de que con voluntad política se puede dar un giro histórico, unitario, para poner en marcha las funciones metropolitanas. La cuestión de hoy es política, no es jurídica, y como tal hay que saber medir las consecuencias.