En un episodio de "El Ala Oeste de la Casa Blanca", Toby Ziegler, Director de Comunicaciones de la administración demócrata de Josiah Bartlet, piensa que ha encontrado la manera de reformar la Seguridad Social, un programa federal que proporciona prestaciones a los trabajadores jubilados y discapacitados, y salvarla así de una posible quiebra para las futuras generaciones. Saltándose la cadena de mando, Toby, siendo consciente de que sus jefes no le van a permitir abordar un asunto tan delicado, conocido como el "tercer riel de la política estadounidense" por el daño que causa a todo representante que intenta aproximarse a él, se comunica en secreto con el presidente y le expone su estrategia, la cual consiste en dejar a un lado el bipartidismo y hablar con Gaines, un senador republicano cuyo genuino interés en resolver el problema puede abrir un nuevo camino para las negociaciones en el Congreso.
A lo largo de ese día, sin embargo, Toby Ziegler se enfrenta a la cruda realidad de Washington: cualquier movimiento, por muy bienintencionado que sea, es susceptible de ser politizado; cualquier reforma, por muy beneficiosa que resulte para la ciudadanía, no se puede realizar sin que uno de los dos partidos se atribuya el mérito de haberla originado. La operación, además, no puede seguir adelante porque un reportero del Wall Street Journal, al enterarse de que Ziegler y Gaines se reunieron para hablar sobre la Seguridad Social, va a publicar la historia, y otros miembros de la Administración Bartlet, quienes desconocen los propósitos de su director de Comunicaciones, atacan a Gaines -burlándose de las dificultades que tiene este senador para recaudar fondos- con el objetivo de favorecer al vicepresidente.
Toby, que sabía el riesgo que corría al implicarse en semejante maniobra, firma su carta de dimisión, ya que alguien tiene que asumir la responsabilidad de lo sucedido en solitario. "Hacemos lo que es posible y explotamos lo que no lo es", le reprocha el ayudante del jefe de Personal Joshua Lyman. Las cuestiones complejas, insinúa Lyman, solo sirven como artillería electoral. "Así es como ganamos elecciones", concluye. Pero surge una nueva oportunidad de arreglarlo y cuando los demócratas y los republicanos están a punto de pactar, ambos partidos exigen como condición sine qua non decir que fueron los primeros a quienes la Casa Blanca se acercó para iniciar la conversación, haciendo de nuevo imposible el entendimiento.
El presidente sugiere entonces a los suyos una idea políticamente disparatada: desvincularse del acuerdo. La Casa Blanca no participó en el encuentro. De ese modo no habrá problemas. La propuesta bipartidista emergió felizmente en el Capitolio. Esta es la versión que se contará a los medios de comunicación. Pero si lo hacen, señalan con acierto los asesores, su presidencia no será recordada por ello. "Prácticamente salvamos el 'New Deal' y nadie sabrá que nosotros estuvimos en las reuniones. El legado invisible no existe", se lamenta Joshua Lyman. "Nosotros -dice Toby- sí lo sabremos. Cuando el sistema colapse, que es lo que va a suceder si no se hace algo, lo sabremos; si nacer en Estados Unidos significa nacer en la pobreza de nuevo, nosotros lo sabremos también".
Tras aprobarse la decisión, Ziegler regresa a su despacho y se topa con C.J. Gregg, la secretaria de Prensa del gabinete, quien se pregunta con ironía: "¿Qué haremos cuando los republicanos y los demócratas ya no puedan utilizar a la Seguridad Social como arma arrojadiza?". "Nos enfocaremos entonces en el Medicare (el programa gubernamental que provee atención médica a las personas mayores de 65 años)", responde Toby sonriendo. Entretanto, los representantes de los dos partidos están explicando por la televisión el acuerdo que salvará la Seguridad Social de la quiebra. Aparecen los títulos de crédito y suena la banda sonora de la serie. El episodio, la ficción, ha terminado.
