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Juan José Millás.

Sin talento

Tiene uno la impresión, escuchados atentamente los análisis poselectorales, de que el país del que nos hablan ya no existe. Quizá no vuelva a existir. Significa que votamos programas políticos tan fantásticos como los líderes que los encarnan. Toda esta sucesión de campañas y domingos electorales empieza a adquirir el tono de un relato fantástico, a veces de terror, en el que vamos entrando sin darnos cuenta, como en una película de género. La película dura hora y media o dos, pero la realidad es para los años venideros; la sufriremos nosotros, nuestros hijos, nietos y biznietos, a menos que nos parta un rayo a todos en mitad de la proyección. Día a día, cada uno ha de enfrentarse individualmente a lo que le ha tocado y, colectivamente, a lo que nos ha tocado. ¿Se habla en las campañas de lo que nos ha tocado (o de lo que nos hemos buscado)? Sin duda, no. Se habla de una película que ya como ficción es mala, de manera que cuando uno intenta transitar desde ella al mundo real, y si no está muy enajenado, se rompe la crisma. Si está muy enajenado, también.

Un país rompe crismas. Nos la rompemos individual y colectivamente cada vez que, rascando la pintura informativa superficial, vamos a los datos reales de la corrupción, de la deuda, del déficit, del paro, de la calidad del trabajo, de la eficacia de la educación, pero también de la competencia de la sanidad, del equilibrio de la justicia y hasta de los servicios de limpieza de nuestra ciudad y hasta del estado de las papeleras de nuestra calle. Cuando escuchamos atentamente las propuestas políticas, advertimos con horror que los discursos van por un lado y la vida por otro. Y no es que no se encuentren, es que se alejan más y más hasta el punto de que quizá tengamos que votar el día de Navidad, con reflexión en la cena familiar de Nochebuena. Bárbaro.

Viven nuestros partidos, y sus dirigentes en un universo paralelo. Sufrimos una escasez histórica de talento político. No encontramos, ni utilizando la linterna de Diógenes, un líder carismático, inteligente, uno que esté a la altura de las circunstancias. Pero no solo pasa aquí, en España: sucede en todo el mundo. Examinen uno a uno a los dirigentes del globo y comprenderán de qué hablamos.

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