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Cuando el barrio se vestía de fiesta

Si antaño la importancia de un barrio en Pontevedra se medía por sus festejos, la Virgen del Camino gozaba de un predicamento más que notable; una impronta que menguó a lo largo del tiempo, de forma pareja al decaimiento de su capilla.

Además de la festividad de Nuestra Señora del Camino, que el barrio celebraba el 8 de septiembre, también conmemoraba el Día de la Anunciación, 25 de marzo, con una popular y concurrida feria de aperos de labranza, donde las calabazas de todos los tamaños y formas ocupaban un lugar destacado.

Desde finales del siglo XIX, el programa de fiestas de la Virgen del Camino se mantuvo prácticamente invariable, año tras año, y combinó de forma equilibrada lo profano con lo religioso en dos jornadas:

El día 7, víspera de la festividad, se abría por la mañana con un repique de campanas acompañado de bombas y voladores. A primera hora de la noche se encendía la iluminación "a la veneciana" en la fachada de la capilla, y los farolillos de colores que adornaban las calles adyacentes y llegaban hasta la Peregrina.

También salía la Banda de Música del Hospicio (sustituida desde 1904 por la Banda Municipal), que amenizaba una verbena en la plazuela junto a un grupo de gaitas del país o una charanga vecinal, indistintamente. Durante los intermedios se disparaban fuegos "de plaza y aire". Algún año se lanzó un gran globo de "formas caprichosas" a modo de fin de fiesta.

El día grande, 8 de septiembre, había una "función religiosa" por la mañana y salía la procesión a las cinco de la tarde (en los años 20 se retrasó primero a las seis y luego a las ocho). Y tras la recogida del cortejo se organizaba un paseo al gusto de la época, amenizado por la banda de música.

Probablemente los festejos celebrados en 1897 fueron los últimos que gozaron de una gran concurrencia y merecieron la valoración de "lucidísimos": tanto la verbena, como el paseo y la procesión, que encabezó el presidente de la Congregación de la Virgen del Camino, Sebastián González, portando su estandarte y escoltado por el médico Joaquín Pérez de Soto y el procurador Francisco Vieira Carballo.

El Ayuntamiento de Pontevedra, que era patrono del santuario, aportaba a la procesión una representación destacada. El año 1898, portó el estandarte el alcalde Pedro Martínez Casal, y desfiló un piquete del Regimiento Murcia, de guarnición en Pontevedra.

Las fiestas de la Virgen del Camino prácticamente desaparecieron de facto con el derribo de la capilla, al tiempo que el barrio perdió su identidad. En 1936 ya no hubo jolgorio ni baile en la calle, y aquel 8 de septiembre, la congregación de la Virgen del Camino solo promovió una misa solemne en la iglesia de San Bartolomé, donde encontró refugio.

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