Galicia acaba de cerrar el mejor verano turístico de su historia. Julio y agosto superaron todas las expectativas, con datos de viajeros y ocupación sin parangón desde que existen registros estadísticos. La encuesta-balance que FARO ofrece hoy en sus páginas entrevistando a cien visitantes revela que a los turistas les cautiva el paisaje, con la extraordinaria combinación de rías, ríos, playas y montes que ofrece la comunidad, junto con su riqueza cultural y gastronómica. En poco más de una hora es posible pasar de un chapuzón en un arenal de majestuosa calidad y belleza de las Rías Baixas a ponerse a los pies de la tumba del apóstol en la Catedral de Santiago o a extasiarse contemplando los espectaculares Cañones del Sil. De partida, un privilegio casi imbatible. Todo ha venido de cara este año, pero al éxito tampoco es ajeno el esfuerzo de muchos profesionales por promover nuevas iniciativas y actividades.

Los turistas gastan cada año en Galicia 1.700 millones de euros, la mitad de lo que cuesta sostener el sistema sanitario de la comunidad y el equivalente a siete presupuestos de Vigo, la mayor urbe gallega. Del sector dependen ahora mismo casi 85.000 gallegos: como dos veces la ocupación en la automoción entre empleo directo e indirecto. Aunque un crecimiento económico sólido no pueda basarse exclusivamente en transformar los parados en camareros, por expresarlo de manera mundana, los servicios turísticos suponen un pilar considerable del desarrollo gallego, nada menos que el 11% del Producto Interior Bruto. Este porcentaje casi dobla al PIB de la construcción, y se acerca a seis puntos del de la industria. Hasta las fincas junto a las playas se han convertido en un próspero negocio. Ya no interesan por sus pastos sino para habilitarlos temporalmente como aparcamientos. Tanto se han multiplicado por nuestra geografía que ya todo el mundo los conoce popularmente como "leiraparkings".

Las imágenes televisivas del paso de la Vuelta Ciclista a España por Galicia han vuelto a mostrar hace apenas dos semanas a millones de espectadores la belleza de un esplendoroso y variado paisaje, realzado por una climatología espectacular. La retransmisión de la Vuelta abrió a miles de foráneos las ventanas de un paraíso casi de cuento. Así, la afluencia de visitantes a la mítica Cascada de O Ézaro se ha multiplicado por doce desde que una de las etapas de la ronda ciclista acaba a los pies de su mirador.

La comunidad nunca defrauda. Bosques frondosos, acantilados únicos, playas paradisíacas, hermosos ríos, islas que reivindican su condición de patrimonio de la humanidad como las Cíes. Hasta ofrece sorpresas para quienes la habitan a diario. Parajes sin igual que muy pocos conocen y cuyos accesos guardan en secreto para evitar que apenas se sepa de los mismos y así prevenirlos en lo posible del aluvión de curiosos. Por citar un ejemplo, la Costa da Morte, salvada de las desmesuras del ladrillo, conserva espacios y arenales idílicos, aislados en medio de una naturaleza que se convierte en su mejor guardián.

Además de un tiempo fabuloso, muchas otras cosas salieron a pedir de boca estos dos meses para aupar a la comunidad hacia una espiral turística virtuosa. A las tradicionales fiestas musicales y gastronómicas repartidas por todo el territorio, se sumaron otros muchos festivales alternativos, algunos de nuevo cuño, otros ya consolidados, que han logrado captar a miles de seguidores con el consiguiente efecto multiplicador en las arcas de la hostelería local. O Marisquiño, en Vigo, es el mascarón de proa de estos festivales de cultura urbana emergentes en Galicia que tanto público atraen cada verano.

Los emprendedores empiezan a creérselo y ponen su granito de arena con ideas originales, como las expediciones nocturnas por las rías y ríos. Un elevado número de turistas repite, decisión derivada de su alta satisfacción. Y señala, como principal motivo de atracción, el abanico de alternativas que brinda la proximidad de mar y monte, y sus manjares culinarios. Ascender en una jornada despejada a la cima de la Serra do Galiñeiro, que se extiende por Vigo, Gondomar, Porriño y Tui, ayuda a entenderlo. Se trata de una de las cumbres más altas de las Rías Baixas y sus miradores son un verdadero balcón de todo el área metropolitana de Vigo, el Val Miñor y el Val do Louro, así como del infinito Océano Atlántico. Idéntica exhibición para los sentidos proporciona el Monte Castrove, Armenteira arriba, donde podemos deleitarnos con toda una maravilla visual. Hacia el Norte, la ría de Arousa y todo el Val do Salnés; hacia el Sur, la ría de Pontevedra, con Tambo en medio. Por detrás del Morrazo, lograremos divisar parte de la bocanada de la ría de Vigo. Hacia el Este, las sierras de la Galicia Interior. Imposible determinar la estampa más preciosa, si la de cara o la de espalda.

El próximo domingo se cumplirán 51 años de la publicación en FARO de un artículo del genial Álvaro Cunqueiro tras pasar una noche en Cíes junto con José María Castroviejo y otros tres amigos. Nadie mejor que él para ilustrar el inigualable paraíso que se abría ante sus ojos: "Hemos estado viendo cómo Dios hace la mañana, después de haberle oído en la noche cómo rehace el mar". Como Cunqueiro, como Castroviejo, miles de viajeros han quedado hechizados con una Galicia plena de posibilidades. Contribuyamos a estimularlas y a prolongar esa magia, que no implica otra cosa que seguir conservando con mimo y sentido común su paisaje y sus esencias.