Estamos rodeados de plástico. Incluso el dinero contante y sonante lo han transformado -dicen que para nuestra comodidad- en una tarjeta de plástico que, siempre y cuando tengas dinero en tu cuenta, te soluciona cualquier problemas económico.

Pero el plástico es mucho más. Muchísimo más.

Uno recuerda aquellos ya tan lejanos tiempos en los que ir a comprar el pan significaba llevar en la mano una bolsa de tela, habitualmente de cuadros rojos o azules, en la que introducías las barras o el mollete siempre olorosos y que abrían el apetito nada más pasar a ser de tu propiedad. Otras bolsas similares, esta vez de tela floreada, eran utilizadas para comprar en la tienda de la esquina cualquiera de las muchas cosas necesarias para la cocina. Y si acudías a una tienda de ropa, a una zapatería, la prenda o los zapatos que elegías eran envueltos con mimo en un papel fácilmente reciclable -desde luego reutilizable- que en nada se parecía a las bolsas de plástico con las que con demasiada frecuencia te obsequian para el transporte de aquello que has adquirido.

Digo mal: cada vez es más habitual que te cobren unos céntimos por cada una de las bolsas en las que introduces aquello que compras y de las que posteriormente tendrás que deshacerte

tú, bien tirándolas a un contenedor o haciendo que estas bolsas se conviertan en el continente en el que todo cabe: desperdicios orgánicos o inorgánicos que irán a una planta de reciclados (donde las hay) o a un vertedero más o menos controlado para su posterior incineración.

Todo ese plástico, y más, tarde o temprano va a parar al mar. Y contra esta costumbre malhadada lucha una Iniciativa Ciudadana Europea que ha hecho suya también la institución española Océanos de Gaia que pretende salvar el medio ambiente marino de los desechos plásticos.

Se han recogido ya miles de firmas de apoyo, pero se precisa un millón de ellas.

La acción de democracia participativa nos recuerda nuestros derechos y deberes como ciudadanos respetuosos con el medio ambiente -especialmente el marino-, proponiéndonos concretamente "14 acciones a adoptar".

Para que la Unión Europea se comprometa a deliberar sobre esta iniciativa oficial, los signatarios deben también poder ser autentificados en su portal seguro, precisando información sobre la identidad, la nacionalidad y la edad legal para evitar los engaños eventuales y/o los posibles robos informáticos.

A raíz de una primera petición sobre la contaminación por residuos plásticos en el Mediterráneo, la UE ha adoptado directrices a cumplir por los estados miembros en aras de la reducción de la utilización de bolsas de plástico con el objetivo de reducir el uso único de las mismas en un 50% para el año 2017 y un 80% para 2019.

Varios países de la Unión Europea ya han tomado medidas en este sentido. En Francia, por ejemplo, hay leyes en curso sobre las bolsas de plástico y habrá bolsas Oxos fragmentables a partir de este mismo año. No más plástico en el mar es el nombre de esta campaña con la que la inmensa mayoría de los marineros están de acuerdo. Pero las bolsas de plástico no son los únicos residuos contaminantes de los mares y océanos. Ahora, cantidad ingente de productos de uso cotidiano se transforman en armas asesinas en el mar.

Estamos transformando los espacios oceánicos en enormes vertederos a imagen de ese "continente de residuos plásticos" que encontramos ahora en cualquier océano. Frente al envenenamiento de estos, sólo una movilización de todos los actores de la sociedad aportará respuestas a este desafío en el que se involucran directamente todos aquellos que tienen en la mar su medio de vida o subsistencia.

La legislación de la UE no trata específicamente los residuos plásticos marinos a pesar de que estos representan muchos retos medioambientales. De ahí que la iniciativa popular demande una regulación ambiciosa sobre este tema. La idea consiste en una lógica de economía circular, de favorecer el recurso a los plásticos biodegradables y, conforme a la jerarquía de los residuos de prevenir a la fuente la producción de residuos plásticos y de favorecer su reciclado con el fin de desterrar su rechazo en el mar. Una reglamentación exhaustiva con anterioridad salvaguardar el medio marino abajo.

Frente al envenenamiento de nuestros océanos, sólo una movilización de todos los actores de la sociedad aportará respuestas a esta apuesta ciudadana.

De los profesionales de la mar depende en gran medida.