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La tarea menos conocida del maestro Vilarelle

No puede afirmarse con rigor que la dedicación de Antonio Iglesias Vilarelle a la psicotecnia ha sido una vertiente ignorada dentro de su rica trayectoria cultural. En cambio sí puede decirse con certeza que ha sido una actividad poco conocida, incluso insuficientemente valorada desde la perspectiva actual, dentro de su deslumbrante biografía y apabullante saber.

No en vano Filgueira Valverde le otorgó el tratamiento de polígrafo en reconocimiento a su sabiduría multidisciplinar, que tanto y tan bien conoció de cerca durante cincuenta años de trabajo conjunto. Santiagués de nacimiento, pero pontevedrés de corazón, no dudó Filgueira en conceder a Vilarelle durante su etapa como alcalde el título de hijo adoptivo de esta ciudad, que tanta ilusión hizo al homenajeado.

Francisco Javier Sánchez Cantón también compartió aquella cercanía con Vilarelle, primero como compañero durante todo el bachillerato en el Instituto, y luego como amigo y acompañante durante los años pasados en Madrid. Allí fue donde se forjó su inclinación musical y donde Vilarelle se convirtió en funcionario del cuerpo de inspectores de Hacienda, su principal sustento profesional.

Obviamente, la pasión por la música de don Antonio a lo largo de toda su vida acabó por oscurecer sus otras actividades e inquietudes, entre ellas la psicotecnia.

A Iglesias Vilarelle atribuyó el profesor Filgueira la idea de fundar en Pontevedra una sociedad coral, que luego dio origen a la Polifónica en 1925. Una propuesta nacida en la tertulia que Losada Diéguez mantuvo activa hasta la muerte en su propio domicilio. Allí prendió el interés de Vilarelle por la psicotecnia, aunque también se afirmó con conocimiento de causa que su hermana Josefa tuvo algo que ver en aquella tarea innovadora.

Ambas influencias no resultan incompatibles, antes al contrario encajan perfectamente una en la otra, procediendo de personas tan cercanas, queridas y respetadas por el receptor de su ascendencia directa.

Josefa Iglesias Vilarelle, profesora de Magisterio, hizo el primer método de lectura en gallego, un auténtico Cantón vernáculo reconocido como tal. Igualmente una defensa acérrima del uso del idioma gallego en la enseñanza durante los años veinte y treinta, mantuvieron los precursores de los estudios psicotécnicos en Galicia, con Manuel Díaz Rozas al frente.

Iglesias Vilarelle compaginó, pues, su dedicación a la Polifónica (donde hizo de todo), incluso cuando se convirtió en su segundo director tras la muerte de Blanco Porto, con su trabajo en los laboratorios psicotécnicos del Seminario de Estudios Gallegos primero y después, del Instituto de Pontevedra.

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