He salido cabreado del cine tras ver "Palmeras en la nieve", adaptación de la novela escrita por Luz Gabás. Hay una grandísima diferencia entre la versión cinematográfica y el libro: mientras la película se centra en dramas personales y amores posibles e imposibles, la obra escrita aprovecha la ocasión para denunciar la situación política y social de Guinea Ecuatorial, donde a la dictadura militar de Macías Nguema siguió la actual de Teodoro Obiang (quien por cierto hizo su carrera en la Academia Militar de Zaragoza).

La antigua colonia española es uno de los peores países del mundo para vivir, en términos de derechos humanos: falta de garantías y libertades, detenciones y penas de muerte arbitrarias, pobreza extrema del 90% de la población a pesar de su riqueza petrolífera...

Desgraciadamente, la mayoría de los españoles no tienen ni idea de lo que pasa en Guinea, cuyos habitantes fueron nuestros compatriotas hasta el año 1968. Los que han hecho esa película han perdido la gran oportunidad de hacer que millones de personas (no solo españoles) fueran conscientes de los graves problemas que hay en ese país africano, problemas mantenidos o favorecidos por la indignidad y la corrupción de tantos políticos (españoles y de otras naciones) que se mueven principalmente por intereses económicos, sojuzgados por los poderosos directivos de las multinacionales: porque empresas de Estados Unidos y de España son las que más se aprovechan del petróleo guineano, y les va muy bien negociando con el dictador Obiang.

La película solo ofrece algunos guiños aislados, referencias imprecisas al problema, algo que solo captaremos los que ya estamos informados. Muy diferente a lo que inspira la lectura de la obra escrita, que en ese aspecto resulta reveladora y conmovedora, y mueve a la indignación y a la exigencia de justicia.

Le tomo prestado a Gabriel Celaya la letra de su protesta más conocida: "La poesía es un arma cargada de futuro". El cine es un arma muy influyente, que llega a mucha gente, y que puede hacer mucho bien o mal. Y en épocas de crisis como esta hay que tomar partido: el que calla y encubre al asesino se pone de su lado. Gastar millones para hacer cine que no es comprometido, sobe todo cuando se basa en una obra literaria que sí que lo es, me parece un insulto a todos los que sufren injusticia. Por eso, tengo que parafrasear al poeta guipuzcoano, quien cantó: "Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse".

Desapruebo rotundamente esa película, y se lo recrimino cabreado a los responsables. "La poesía es un instrumento para transformar el mundo", dijo Celaya. El cine y toda obra cultural también, añado yo. "Porque vivimos a golpes... Nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno. Estamos tocando el fondo."