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Personas, casos y cosas de ayer y de hoy

La iconografía de la sífilis

Las infecciones de transmisión sexual (ITS) son un grupo de afecciones contagiosas asociadas a diversos agentes causales -virus, bacterias, hongos, parásitos, protozoos y otros microorganismos-, cuya vía principal de transmisión es la sexual, aunque pueden darse otras formas de propagación o contagio no sexuales. El termino ITS sustituyó al de enfermedad de transmisión sexual (ETS) dado que una persona puede tener una ITS sin manifestar síntomas de enfermedad. Antes se conocían como enfermedades venéreas, adjetivo negativo que viene de Venus, diosa griega del amor, para significar que las que la mujer las transmite, como si esa fuera la causa real y única. La magnitud del problema es enorme, según recoge la última nota descriptiva de La Organización Mundial de la Salud (OMS), en diciembre de 2015. Valga como ejemplo un dato: cada día más de un millón de personas contraen una ITS. Al no constituir la finalidad de este artículo analizar esta cuestión, para un mejor conocimiento, les remito a su elocuente lectura: http://www.who.int/mediacentre/factsheets/fs110/es/.

Si nos limitamos a la sífilis tema que hoy nos ocupa, anualmente unos 5,6 millones de personas la contraen. Muchos de estos, aún en la actualidad, ni son diagnosticados ni tratados. Sin embargo, se dispone de análisis diagnósticos precisos, rápidos, que solo exigen una capacitación básica y pueden realizarse en entornos de recursos limitados. A ello hay que sumarle que además existe un tratamiento eficaz en dosis única. Diagnóstico y tratamiento precoz evitarían los efectos inmediatos de la infección y las graves consecuencias posteriores como la transmisión de la madre al niño. Cada año, la sífilis en el embarazo provoca 305.000 muertes fetales y neonatales y deja a 215.000 lactantes en grave riesgo.

La sífilis es una ITS, de evolución en fases aguda y crónica, producida por la bacteria espiroqueta Treponema Pallidum. Se trata de un patógeno exclusivo del ser humano; de hecho, civilización y sifilización han avanzado siempre juntas. La denominación sífilis se deriva del nombre del pastor Sifilus, personaje tomado de La metamorfosis de Ovidio, y recogido en un poema titulado Syphilis sive morbus gallicus, escrito en 1530 por el poeta y cirujano veronés Giorolamo Fracastoro (1478-1553), quien al seguir la costumbre de los humanistas de la época, alteró el nombre y de ahí Syphilis. En este poema, Sífilus era el nombre de un héroe pastor que resultó castigado porque él sus amigos desafiaron al dios Apolo y levantaron altares prohibidos. El castigo consistió en contagiarlos de una nueva y desconocida enfermedad. La sífilis tuvo antes diversas denominaciones tales como avariosis, búa, bubas, mal de bubas, gálico o lúes. También asumió otros nombres xenófobos, consecuencia de la enorme extensión durante los siglos XV y XVI y la costumbre de culpar de su origen a los países vecinos: "sarna española", "enfermedad española", "mal napolitano", "mal francés" -"morbo gálico"-, "enfermedad polaca", "enfermedad cristiana", etc. En lo referente al origen historiográfico de la sífilis la controversia es grande. Una teoría sostiene el origen de la sífilis en la América precolombina, desde donde posteriormente fue llevada por los conquistadores al continente europeo, y otra hipótesis plantea un origen común situado en Europa, Cercano Oriente y África. Asimismo, una infección igual fue descrita por los chinos hace miles de años. Posiblemente la razón está en un tercer planteamiento, la de no que hubo un origen común. Desde el punto de vista clínico, la enfermedad, después de un periodo de incubación, evoluciona en tres periodos que pueden durar varias décadas, con la particularidad de ser "la gran imitadora" ya que en la dos primeras fases puede confundirse con otras enfermedades. Su diseminación es rápida, y poco a poco, y tras una lesión primaria termina por afectar a todos los órganos y tejidos.

La sífilis no cuenta con representaciones gráficas de gran importancia y estilo, probablemente por la intimidación que suponía utilizar como tema una dolencia que ya se sabía se adquiría en las mancebías públicas y cuyo carácter venéreo era de dominio común. La primera representación de la sífilis se mantiene que fue la del pintor y grabador alemán Alberto Durero (1471-1528), ejecutada en 1496, para ilustrar una reimpresión del poema Lichnica Genesis, escrito por el médico municipal de de Nuremberg, Frisio Ulsenius, en el que comunicaba sus impresiones sobre la enfermedad. La xilografía presenta en su zona superior una esfera con las constelaciones del Zodíaco en cuyo centro consta el año 1484, haciendo referencia a la gran conjunción astral del día de Santa Catalina del año 1484, que indicaba una futura peste genital, que asimismo fue profetizada por el profesor de Astronomía, Johannes Engel, en su Lasszeddel del mismo año. Debajo del círculo estelar vemos a un hombre cuyo aspecto es el de un lansquenete enfermo. Se cubre la cabeza con un gran sombrero negro, con enorme pluma azul, debajo del cual lleva, siguiendo la costumbre, un gorro rojo. Un manto azul le cubre el cuerpo, dejando visibles los muslos desnudos y una parte de los brazos. En la cara, brazos y muslos, Durero ha tratado de representar las lesiones propias de la enfermedad -unas manchas redondas, otras ulceradas- sin intentar una verdadera representación científica, siguiendo el estilo del momento. Sin embargo, he de advertir que yo mismo y otros autores mantenemos desde hace tiempo que existe una representación medieval anterior, interpretada como lepra, que corresponde a sífilis. No es otra que la ilustración miniada de la Biblia de Toggemburg -II libro de Moisés, cap 9, vers 10- que reza: "Y tomaron la ceniza del horno y pusiéronse delante de Faraón, y esparcióla Moisés hacia el cielo, y se produjeron en hombres y animales pústulas y tumores", en la que aparecen dos campesinos acostados en la cama con las lesiones características.

A las citadas se suman una serie de numerosas representaciones primitivas, en los tratados y folletos sobre sífilis, que son solo intentos originales para caracterizar el cuadro clínico de las bubas. Entre ellos vale la pena citar la portada del tratado de José Grünpeck. En ella aparece la Virgen entronizada, a cuyos pies, se arrodillan enfermos con bubas. Mientras, Cristo niño arroja desde su regazo rayos con flechas de peste. A los pies yace un muchacho desnudo victima de la "scorra sive mala de francos".

También en los retratos realizados al condottiere (guerrero mercenario al servicio de otros príncipes) del Renacimiento italiano, Federico de Montefeltro, duque de Urbino (1422-1482), por Piero della Francesca, en 1475, y por Pedro Berruguete, en 1480, quiso verse a un personaje afectado de sífilis, dada la deformidad general de la estructura ósea facial y, en particular, por la anormalidad de la pirámide nasal "en silla de montar". Tal hipótesis es cuando menos discutible porque el duque había recibido en 1450 una herida profunda en un torneo en el que conmemoraba el fin del invierno. Una lanza le penetró por la visera del yelmo desfigurándole la cara y perdiendo el ojo. De ahí que exigiese que se le retratase siempre de perfil. Otro ejemplo de posible sífilis, defendido en su tesis doctoral por el doctor Maturana, es el reflejado en el retablo gótico de los hermanos Abdón y Senén (conocido como Sant Nin i Sant Non), atribuido a Jaume Huguet (1415-1492) de la catedral de Tarrasa. Su predela representa el milagro de los santos médicos, Cosme y Damián, el que sería el primer trasplante de órganos humanos, una pierna enferma por otra de un negro muerto pocas horas antes (véase Faro de Vigo, 18.11.2012). En la pintura la pierna enferma amputada muestra úlceras, de bordes netos y sin eritema, que parecen corresponder a gomas sifilíticos.

Cerca de doscientos años más tarde, en 1665, Rembrandt, retrataría al pintor Gerard de Lairesse (1649-1711). Pese a difuminar la imagen para disminuir al máximo su aspecto enfermo y las deformidades, acusa las huellas de una sífilis, con máxima expresión en la morfología facial, con procesos parcialmente cicatrizados en mitad izquierda del rostro y, sobre todo en la nariz, con puente nasal hundido y roedura de la aleta nasal izquierda. A esta hipótesis se sumaría la afectación ocular que padecía, probablemente una queratitis intersticial, como complicación tardía de la enfermedad luética.

Ya llegados a 1810 otro artista español, Francisco de Goya (1746-1828), en su óleo Las Viejas, representa a la acompañante con estigmas muy evidentes en su cara de haber sufrido sífilis congénita, de forma especial en las deformidades de la nariz. El propio pintor pudo padecer sífilis, siendo los síntomas neurológicos que presentaba originados por la intoxicación del mercurio que utilizó para su tratamiento. Para el psiquiatra norteamericano Willian Niederland se trataría, sin embargo, de una intoxicación por el plomo de sus pinturas.

Y termino, limitado por el espacio de que dispongo, con una referencia, a un cartel de de propaganda del Dr. Abreu, que ofrecía un tratamiento curativo inexistente. En ese momento el único remedio eran los derivados mercuriales, de lo que surgió la frase: "Una noche con Venus y toda la vida con Mercurio". El dibujo, realizado en 1900, es del catalán Ramón Casas (1866-1932. En él, la modelo tan solo lleva un mantón de Manila que deja al descubierto su pecho izquierdo, buscando acentuar el carácter carnal, una serpiente sobre el dorso y una flor en la mano. El cartel se corresponde con la alegoría "la serpiente y la flor" -cantada por Goethe, en las Elegías romanas-, en una enfermedad que marcó las costumbres sociales y sexuales a lo largo de varios siglos.

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