Son un puñado de idiotas con spray y sin cerebro. Energúmenos que buscan dar la nota. Memos que dejan su mojón para ensuciar una ciudad que desde hace años exhibe su mejor cara. Lerdos que averían un ascensor, mutilan un dinoseto, pintan un banco, cercenan una escultura o queman un contenedor. Con su vandalismo, por fortuna venido a menos, el mensaje es nítido: por aquí han pasado una tropa de comemierdas.

Los vigueses ansían que este grupo de tontolotes y gilipichas aneuronados sea pillado in fraganti. Y que entonces, tras la sanción de rigor, los exhiban en una tarima junto al dinoseto, su hermano mayor, bajo un cartel que rece: "¿Quiere conocer a un idiota integral? Pues aquí tiene unos cuantos". Sería estupendo, ¿eh? Pues a por ellos.