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Ánxel Vence.

Crónicas galantes

Ánxel Vence

Ataque preventivo a la corrupción

Decidida a acabar con los sobornos, las comisiones y los enchufes incluso antes de que se produzcan, la presidenta andaluza Susana Díaz se dispone a crear una Oficina de Prevención de la Corrupción y el Fraude. A partir de ahora, los chorizos en potencia se lo pensarán dos o tres veces antes de perpetrar sus habituales fechorías.

Tan original idea recuerda un poco a la que concibieron años atrás los dirigentes de otro reino autónomo para librar a los ciudadanos de los excesos propios de la burocracia. Su primera providencia fue crear una Dirección General de Simplificación de Trámites que, paradójicamente, engordó aún más el ya pobladísimo árbol de la Administración, aunque el volumen de papeleo no mermase.

Algo parecido podría suceder ahora con esa oficina que vigilará de cerca en Andalucía a los presumibles corruptos y, si hay suerte, los cazará antes de que pongan en práctica sus malas mañas. Aunque se ignore cómo va a hacerlo, la mera existencia de tal departamento pondrá en guardia a las gentes de mano larga y acaso las disuada de meterla en la caja donde se guardan los dineros del contribuyente.

Toda precaución es poca cuando la corrupción acecha. Díaz, presidenta heredera de Andalucía, ha de saberlo mejor que nadie si se tiene en cuenta que los jueces les andan buscando las vueltas a dos de sus antecesores en el cargo. Una buena prevención a tiempo -hace treinta años, pongamos por caso- hubiera contribuido a evitar, tal vez, el descontrol en los cursos de formación y el galimatías de los ERE, entre otras creativas maneras de fumarse el dinero público.

Quizá alertada por las confesiones de los ciudadanos en las encuestas, la presidenta Díaz podría haber llegado a la conclusión de que la gente, harta de los corruptos de siempre, reclama corruptos nuevos. La ciudadanía quiere políticos que no se haya estrenado aún en el gobierno y, por lo tanto, lleguen al cargo en el estado virginal de quien no ha tenido ocasión de dejarse sobornar por algún contratista.

Díaz ha ido aún más lejos que eso con la creación de una oficina en la línea de Los Intocables de Elliot Ness que se ocupará no ya de perseguir al corrupto, sino de impedir la mangancia antes de que esta llegue a germinar.

Infelizmente, la Historia sugiere que la corrupción acompaña a la Humanidad desde tiempos de los faraones. Ni siquiera la antigua Roma, modelo de eficiencia en las obras públicas, el Derecho y el saneamiento de las calles, pudo escapar a ese flagelo. Cicerón advirtió malévolamente de la rapidez con la que se enriquecían los gobernadores de las provincias del Imperio; y, a más bajo nivel, era habitual ya entonces que los legionarios sobornasen a sus centuriones para no tener que entrar en combate.

Si acaso, podríamos hablar de diferentes grados de tolerancia frente a la corrupción. En Alemania y otros países de severa moral luterana, por ejemplo, los ministros dimiten cuando alguien descubre que copiaron un capítulo de su tesis doctoral. Se dice que esa vara de medir corruptos es bastante más larga y laxa en los países latinos; pero se trataría, en cualquier caso, de una simple cuestión de medida.

Lo verdaderamente original -y hasta asombroso- es que alguien haya ideado un método preventivo contra la corrupción que anega al mundo desde la época de las pirámides. Tenía que ser la presidenta de un reino autónomo español, naturalmente.

stylename="070_TXT_inf_01">anxel@arrakis.es

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