Llega el otoño y además de sus tapices de hojas caídas nos trae el relevante evento de la visita del Oasis of the Seas, enorme buque de solo cinco centímetros menos que el mayor crucero del mundo, su gemelo Allure. La visita de esta ciudad flotante y viajera presenta unas proporciones que obligan a ver para creer, para poder asumir que su eslora equivalga al largo de tres campos de futbol y que su altura total supere los 80 metros -un edificio de 30 plantas-, de los cuales 72 corresponden al calado aéreo; es decir, desde la línea de flotación hasta su pináculo. Los datos son irrefutables y la licencia de aludir a ver para creer sirve simplemente para plasmar la admiración que provoca el colosal navío.

Dispongámonos a recibirlo como corresponde, con Vigo volcándose en ese recibimiento para rentabilizar el privilegio de ser seleccionado como uno de los tres puertos españoles en los que haga escala. Y este histórico evento exige que Ayuntamiento y Puerto entierren definitivamente el hacha de guerra, que desaparezcan carteles de obras paralizadas, que se busquen y encuentren acuerdos para una colaboración leal y solidaria, cuyos frutos afectaran por igual a ambos estamentos, porque siendo dos miembros de un mismo cuerpo, forzosamente se repartirán el feed-back generado.

Solo con esta disposición a colaborar, convencidos de que los intereses de Puerto y Ciudad no solo son compatibles, sino que se necesitan mutuamente para potenciarse, podremos estar vendiendo la marca Vigo y el destino de su puerto de forma adecuada y rentable. Y, por supuesto, sin limitarnos a casos puntuales como el que excepcionalmente nos brinda el Oasis of the Seas, sino manteniendo la buena relación de forma constante y generalizada, donde los desencuentros se lancen por la borda sin dudas ni resentimientos.

A esta premisa de remar en el mismo sentido debiera ampliársele el horizonte, tratando de incrementar la tripulación para implicar a toda la zona de influencia viguesa y aun a la de Galicia entera, para sacar el mejor partido posible a las señeras condiciones que ofrece este verde rincón de España.

Centrándome de nuevo en la escala del megacrucero me atrevo a opinar que este oasis no nos va a suministrar dátiles, pero sí dos magníficas guindas. Una para coronar el excelente tráfico de cruceros en el mes de septiembre y la otra colocarla en la solapa del Sr. López Chaves, en reconocimiento a su callado quehacer al frente de la Autoridad Portuaria y también para que le sirva de nuevo apoyo, de acicate para enfrentarse a dos trascendentales retos que en estos momentos deben ocupar espacio prioritario en su agenda de trabajo: superar la competencia que pueda emanarse de una posible pinza Leixoes- A Coruña y solucionar problemas de espacio sacando adelante el ambicioso proyecto de la Plisan.

Bienvenido, pues, Oasis of the Seas y que la bienvenida se materialice correcta y estentóreamente. Para ello es imprescindible que autoridades, fuerzas vivas, gestores de turismo y el conjunto de la ciudadanía nos conjuremos para ofrecer una agradable acogida y una ciudad atractiva que despierte en visitantes y naviera el deseo de volver y que cuando al abandonar la bahía y pasar frente a las Cies -nuestro patrimonio de la humanidad- las saluden mano en alto y con un esperanzador "Hasta pronto".