Me disgusta y preocupa que el ideal republicano se degrade en ideología. Los partidos a la izquierda del PSOE no tienen derecho a patrimonializarlo, pero lo están haciendo ostensiblemente, sin réplica proporcionada de quienes, en el centroderecha o la socialdemocracia, revindican su fe, su cultura o su sensibilidad republicana. En un país como el nuestro, con dos fugaces modelos masacrados por distintas reacciones absolutistas, aquel sentimiento nace de la fe más que de la experiencia. Por consiguiente, no es de izquierda o derecha, ni asimilable a una ideología concreta, ni siquiera discriminador del conservadurismo y el progresismo. En la relación humana y social, cualquier persona tiene noticia directa de conservadores republicanos y de progresistas defensores de la monarquía parlamentaria. Negarlo es falsear la realidad. Un referéndum vendría muy bien.

El problema está en que, a fuerza de identificar el republicanismo con la izquierda política, se den de baja muchos de los que se sentían republicanos en otras áreas de análisis o militancia. Y no porque urja una confrontación de ambos modelos, sino porque en una democracia es muy sano que coexistan; tan sano como la tensión dialéctica y las diferencias programáticas de la izquierda y la derecha. A propósito de la sucesión monárquica nos han recordado con cierta machaconería que, por motivos de edad, el 67% de los actuales españoles no pudo votar la constitución que legitima la monarquía. Los que tienen menos de 54 años eran en 1978 menores de 18. Estas cifras traducen 28 millones de ciudadanos de hoy, cifra más que respetable, pero no Impugnatoria de la ley.

Una constitución ha de ser reformable para absorber coherentente los cambios de la sociedad y del mundo, pero no es impugnable por tramos generacionales. Si lo fuera por no haberla refrendado el 67% de la población, ¿cuántos votantes de la constitución republicana de 1931 sobreviven hoy? La cuestión no es ésa, obviamente, sino el ideal que crece en el pensamiento individual desde el saber histórico, la tradición familiar, la sensibilidad ante la vida en común o la experiencia adquirida. La izquierda partitocrática y jerárquica emite propaganda, explícita o subliminal, dirigida a titularizar el ideal republicano mediante la apropiación excluyente de los símbolos, sin especificar tan siquiera de qué república habla. Si con ello quiere cosechar todo el voto republicano, está en un error. La cosecha ya se ha visto en las elecciones europeas, que dejaron las minorías poco más o menos donde estaban y rebajaron la cuota bipartidista por motivos muy distintos.