Larga vida al PP en el Gobierno. El fin del bipartidismo llega acompañado de la fragmentación de la izquierda y el desconcierto del PSOE, donde a la abdicación de Rubalcaba le siguen unas previsiones sucesorias nada claras. Mientras tanto, las bases asamblearias de Podemos desafían los planes de su mediática jefatura. El tierno movimiento debe decidir si la legitimidad de sus dirigentes radica en la militancia o en el éxito de las caras visibles en el entretenido deporte de la tertulia televisiva, donde nadie cuenta el trigo que pueden dar quienes predican.

Primeras encuestas sacudidas por el viento del 25-M auguran ahora mismo dos diputados de Podemos por cada tres del PSOE, y los respectivos programas convierten cualquier acuerdo en improbable y forzosamente inestable. Si Podemos se desinfla se inflará Izquierda Unida, o cualquier otra formación que denuncie desde la izquierda en "entreguismo" socialista a los dictados de la troika, la trilateral y el Ibex35. Más todavía si el partido de la calle Ferraz se hace líos como los que se está haciendo. Falta solo un mes para la elección de secretario general por la militancia, paso previo al congreso, y la casa está por barrer. La gran candidata proclamada por casi todos menos per ella misma se ha apartado porqué quería un "todos" sin "casi", y la situación se ha convertido en abierta e imprevisible. Lo único que cabe prever es un proceso congresual agrio y accidentado. Si sirve para iniciar una renovación, en el mejor de los casos no dará frutos maduros hasta pasado el próximo ciclo electoral.

Así las cosas, el PP podrá continuar gobernando incluso con un tercio del Congreso, que puede ser bastante más si la gente de orden se asusta y cierra filas en torno del voto útil. Los momentos de salida de una crisis económica traen conflicto social, pero también miedo a estropear las cosas. Sin mayoría absoluta el PP debería desarrollar una gran capacidad de negociación táctica, pero no tendría enfrente a ninguna mayoría alternativa que le amenazara. Aunque si fueran listos (que no es sinónimo de buenos, ni de justos, ni de inocentes) PP y PSOE se lanzarían ahora mismo de cabeza a una reforma electoral de signo mayoritario, incluso si por ello tuvieran que aprobar otra reforma exprés de la Constitución; en este caso, del artículo 68.