Umberto Eco descubre en "El nombre de la rosa" que el mandamiento oculto de Aristóteles, sellado por un monje borgiano, consiste en la risa. El filósofo italiano jugaría más adelante en "El cementerio de Praga" a reírse de los judíos, bajo la artimaña de que se reía de quienes se ríen de los judíos. Incendió a varias religiones verdaderas, pero ya había periclitado la era Rushdie y cualquier libro está hoy desactivado incluso como objeto decorativo. Llegamos así al fallecido payaso francés Coluche, felizmente reencarnado en tonos más oscuros por Dieudonné M´bala M´bala. Este regalo de los dioses, como su propio nombre indica, arremete contra las divinidades de cualquier tamaño, aunque sus apellidos delatan su extracción de una minoría desfavorecida. Dieudonné satiriza a los judíos, aunque con menos saña que Woody Allen -"cuando escucho a Wagner me entran ganas de invadir Polonia"- o Lenny Bruce -"si eres de Nueva York, eres judío aunque seas católico; si eres de Montana, eres gentil aunque seas judío"-, por no hablar del ya citado Eco. Para su desgracia, el humorista ha topado con las ansias presidenciales del catalán Manuel Valls, ministro del Interior de François Hollande. Y más allá, con el antisemitismo que facilitó la entrañable convivencia de los franceses con los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. En la era analfabeta antes denunciada, la corrosión de Dieudonné actúa mediante un mero gesto del brazo sobre el pecho, la quenelle definida por sus detractores como "el nuevo saludo nazi". Alumnos y profesores han sido sancionados por practicarlo. La historia culmina con la cancelación por decisión judicial de una gala del humorista en Nantes, bajo el pretexto de los riesgos para el orden público. En efecto, son los mismos argumentos que se empleaban para prohibir las actuaciones masivas de un famoso judío, Jesucristo. La transformación de los antisistema en antisemitas ha deleitado a quienes sólo hablan de la libertad de expresión para destacar que no puede ser absoluta. Es decir, que no existe. La señora gorda que resbala sobre una piel de plátano ha de ser hoy delgada, pero no demasiado. Además ha de ser un señor, pero de la raza y religión adecuadas para que la carcajada no incite al odio. Al áspero Dieudonné se le recordará un día por haber sido olvidado. Hoy demuestra que el mejor humor nunca ha hecho reír, Buster Keaton lo exigía por contrato. Y sí, el ser humano se mofa de otros seres humanos. Es una manera de cuestionarse a sí mismo.