No hay ni una sola razón para la psicosis entre los compradores de marisco gallego por culpa de la toxina que mantiene paralizada la extracción en la mayoría de los polígonos mejilloneros y bancos marisqueros de Galicia. Todo lo que llega al mercado, bien etiquetado e identificado tras los pertinentes controles sanitarios, está en perfectas condiciones para su consumo y por tanto no hay motivo alguno para la más mínima alarma. Conviene remarcarlo hasta la saciedad para evitar daños colaterales a un sector emblemático de Galicia, del que dependen, en el caso de las bateas, 11.500 empleos directos, con una facturación media anual de 100 millones de euros, y otros 10.000 en el marisqueo, con unas ventas de 52 millones al año.

Mucho se habla en las últimas dos semanas de la presencia de biotoxinas en nuestras rías y de su afección sobre el mejillón cultivado en viveros flotantes o sobre las zonas marisqueras de producción de infaunales, es decir, los bancos marisqueros en los que se desarrollan especies que viven enterradas en el sustrato, como la almeja, el berberecho o la navaja. Y con ello de los perjuicios que puede causar este episodio tóxico popularmente conocido como "marea roja", aunque se trate de un término inexacto, ya que si bien se utiliza para generalizar y hablar de cualquier incremento de células tóxicas, en realidad se refiere a una toxicidad en concreto, la que tiñe las aguas de rojo, que no es el caso y que, por otra parte, es totalmente inocua.

Los dinoflagelados que ahora afectan a los mejillones y bivalvos gallegos dan lugar a toxinas del género lipofílico, entre las que destaca la conocida como toxina diarreica (DSP), susceptible de causar, a la postre, gastroenteritis. Lo que no se dice con tanta insistencia, y desde Galicia quizás sea necesario insistir mucho más en ello, es que la presencia de estas biotoxinas obedece a episodios totalmente naturales y, por supuesto, necesarios.

Hay que tener en cuenta que el mejillón y demás productos marinos se alimentan del fitoplancton, el mismo que, como ocurre en la actualidad, en ocasiones llega al interior de las rías portando células tóxicas. Lo que sucede es que los mejillones -el mejor depurador natural que se conoce y el mejor indicador posible de situaciones de toxicidad- se alimentan de esos nutrientes, y de no ser así las rías gallegas no gozarían de esa riqueza única que las diferencia de cualquier otro lugar del mundo.

Así pues, cuando surge un episodio tóxico como el actual, que se repite incluso varias veces al año, nada tiene que ver con causas contaminantes o vertidos insalubres y destructivos. Lo que ocurre en realidad es que en las rías gallegas entran ingentes cantidades de nutrientes. Por cierto, convendría tener muy presente que el día que no sea así habrá verdaderos motivos para la preocupación. Pues bien, sucede que, a veces, la naturaleza quiere que en ese fitoplancton que alimenta a las rías se desarrollen células tóxicas, y cuando eso pasa solo cabe esperar días, semanas o, a veces, hasta meses, para que la situación mejore y el producto sea de nuevo apto para el consumo.

El marisco es totalmente inocuo para el consumidor si se extrae y comercializa por los cauces reglamentarios, pues cuando esto sucede el producto que llega al mercado está garantizado. De ahí que incluso cuando hay biotoxinas en las rías es posible saborear las mejores viandas sin riesgo alguno para la salud. Las redes de control a las que están sometidos hacen imposible que lleguen al mercado si no es en perfectas condiciones sanitarias.

Lo ocurrido con la prohibición de extracción de marisco ha servido para demostrar una vez más que los sistemas de alertas y de control funcionan. ¿Por qué cuando aparecieron altos índices de células tóxicas se cerraron polígonos bateeiros y zonas marisqueras? ¿Por qué fue preciso devolver al mar el molusco que había partido en camiones rumbo a Francia o Italia? Sencillamente porque el Instituto Tecnológico para el Control del Medio Marino de Galicia (Intecmar) supo detectar este episodio tóxico, a pesar de la virulencia de su llegada y sus excepcionales características, ya que es la primera vez en la historia desde que existen registros que coincide la misma afección y al mismo tiempo para el mejillón de batea y los infaunales.

Eso es lo que hace excepcional este capítulo del que tanto se habla, pues lo habitual es que la toxicidad se haga notar en los mejillones y, circunstancialmente, llegue semanas después a los infaunales.

Galicia no solo puede presumir de tener las rías más ricas y las que reciben mayor cantidad de nutrientes, sino también de contar con unos laboratorios (Intecmar) referencia indiscutible a nivel mundial que ofrecen plenas garantías de control. Ese sistema de detección de las biotoxinas, tanto por el método tradicional del bioensayo como por el químico -aún en fase de implantación en el resto de Europa-, es más exigente que en otras regiones de España y que en otros países productores del mundo. Esto es, en gran medida, lo que hace que aquí se hable más que en ninguna otra parte sobre la afectación de las biotoxinas y las mareas rojas.

Que se hable más de ello porque los controles son aquí más intensos y completos tiene una ventaja enorme para el consumidor, que sabe que la calidad del producto gallego está garantizada. Y también para los productores, puesto que los controles que se aplican blindan su fuente de riqueza y con ello la credibilidad del mejor marisco del mundo. No contribuyamos, así pues, a crear ninguna psicosis gratuita, y, lamentando la situación creada, sepamos valorar en sus justos términos, que no son pocos, los mecanismos de control con que contamos.