Como volvemos a la pobreza, es imprescindible haber visto los actos alrededor de la abdicación de la reina Beatriz de Holanda y de la entronización de su hijo Guillermo. Estos fastos de reyes te recuerdan que eres súbdito; la cena de gala a 18 casas reales, que eres plebeyo; mirar su riqueza, que eres pobre, y admirarlos, que eres idiota. Cosas que hay que tener presentes en tiempos difíciles para los súbditos plebeyos pobres idiotas y en tiempos fáciles para los que no lo son, como muestran en Holanda, la socia en austeridad de Alemania.

A los pobres les gusta mirar, por eso a los ricos listos no les gusta ser vistos. Los reyes son anteriores a las revoluciones y las dinastías supervivientes saben que han de ofrecer la ilusión de la monarquía, el trono y el reino a las cabezas que no han pasado aún por los ideales de libertad, igualdad y fraternidad.

Los pobres de antes tenían pocos espectáculos e iban a ver las bodas de tronío a la entrada de las basílicas, dejando un pasillo que ponía a cada uno en su sitio. Ahora la televisión da esos espectáculos para que, desde una casa pequeña e hipotecada, veas toda esa riqueza santuaria, suntuaria y sartoria.

A la vez que se celebraba la cena de los Orange en Amsterdam, la revista gastronómica "Restaurant" coronaba al Celler de Can Roca de Girona como el mejor restaurante del mundo. En las redes sociales brotó la queja de que muchos españoles no podrán cenar allí, por los precios. (Eche su propia cuenta: menú degustación, 135 euros). Desear todas las riquezas es una de las formas más idiotas de ser pobre, súbdito y plebeyo.

Como deseo, aunque sea para una vez en la vida, ese menú degustación es más posible y cabal que miles de cosas. Pero uno puede siempre sentir que no puede comprar el sostén de oro y diamantes más caro del mundo (un millón de dólares), gilipollez para milmillonarios idiotas con mentalidad de súbditos y gusto de plebeyos.