Acaso fuera el gran actor Pepe Isbert quien supo dar un muy sabio consejo a un principiante que se aburría por las largas esperas entre toma y toma de la película en que ambos actuaban: "Esta es una profesión en la que te pagan por esperar". En el muy improbable caso de que un joven profesor de Secundaria me consultara sobre algún útil truco para ejercer el oficio de la enseñanza en tal nivel, no dudaría en responderle: "Esta es una profesión en la que te pagan por tener paciencia". Porque, en efecto, el horario laboral del docente cuenta con horas y horas dedicadas a labores que precisan firmeza extrema del sistema nervioso central, estoicismo aplicado, sosiego y desazón sedada. Una de ellas es en particular tediosa, la que más temple exige: corregir exámenes. Rotulador en mano, el profe se alegra pocas veces y comprueba las más lo mal que se entendieron sus explicaciones, lo mucho que pasaron de él los chavales durante el trimestre. Va en el sueldo, ojo.

Un colega, profesor de cierto colegio, me hace llegar unas cuantos comentarios sobre un poema de Antonio Machado que pidió a sus alumnos de 14 añitos. No se pierdan, queridos lectores, las respuestas. Una niña de letra esmerada: "Parece bueno. No me gustó. Porque habla del amor y ese tema me parece aburrido aunque por suerte rima bien y tiene coherencia, a diferencia del dadaísmo". No me digan ustedes que no hay riqueza, criterio, rigor y un punto de arrogancia adolescente en la muchacha. En primer lugar, avisa ("parece bueno", algo así como "no os dejéis engañar") y enseguida dicta sentencia: no le gusta. La niña tiene una teoría sobre el mundo: hablar o escribir de amor es aburrido. Sin embargo, el poema rima y es coherente (ole y ole), no como esos absurdos dadaístas que ni riman ni ná de ná. Perfecto. Un compañero suyo no comparte valoración: "Me ha gustado porque Antonio Machado habla mayoritariamente de la vida". Nada de "mayormente" o "sobre todo": "mayoritariamente". Y, además, qué demonios, "habla de la vida", que es de lo que debe hablar un poema, y no de gilipolleces. Hay un tercer comentario algo reiterativo, pero que se salva con un remate estupendo: "Es un poema bonito, sí. Me gusta porque es un poema bonito y además Antonio Machado era un buen escritor". Al mozo le parece "bonito" y lo recalca con ese "sí" magnífico y lo vuelve a repetir, no sea que al profe se le pase. Además, ¿no oyó insistir todo el día en clase sobre el gran Machado? Pues es "un buen escritor" (tampoco mucho más: prudente alumno) y seguro que el maestro se emociona y le casca un notable mínimo.

Ahora, observen cómo se baten en un cerebro joven el cacao mental y la creación de neologismos: "Me parece un poema muy completo, de gran complejía y perfecta métrica. Expresa los sentimientos de forma intricada, por lo que se entiende fácilmente". Dan ganas de aplaudir a la criatura por esa genialidad de "complejía", aunque más aún por ese anacoluto surrealista de que algo es "intricado" (¡un alumno de 4º de la ESO recuperando el arcaísmo "intricar", Dios sea loado!) gracias a lo cual "se entiende fácilmente". ¿Y qué me dicen de la niña que escribe la siguiente perla?: "Sí, me gusta, porque refleja un sentimiento que se transmite con claridad y permite la buena interpretación del lector y además (no es mi caso) un enamorado empedernido y desafortunado puede sentirse identificado con el poema". Matrícula de honor por ese "no es mi caso": a ver si el profe confunde las cosas y llama a casa para chivarse de que soy una "enamorada empedernida y desafortunada". Cuánta razón tienen cuando preguntan las notas: ¿aprobé o me suspendiste? O sea, ¿reconociste mis evidentes méritos o eres un gruñón lerdo?