Por más vueltas que se den, la Iglesia católica debería afrontar dos grandes asuntos pendientes: el de la defensa de la vida en general y el de sus propias relaciones con el sexo. El "creced y multiplicaos" veterotestamentario ya no tiene sentido cuando el crecimiento de la especie amenaza la vida en el planeta, pues la vida es el todo, no la parte. En cuanto al sexo, la restricción de este invento genial de la creación debería dejar de ser una pulsión obsesiva de la Iglesia. Sería un cambio de programación drástico para un nuevo Papa, pero a grandes males grandes remedios. A lo mejor una reforma de talla menor, como la abolición del celibato sacerdotal obligatorio, bastaría para desatascar bloqueos. Son asuntos que importan a católicos y no católicos, pues si la Iglesia trabaja en evangelizar a todos, quieran o no, los evangelizados potenciales también tendrán derecho a decir algo.