Lo recordaba el otro día el hispanista John H. Elliot. El problema, decía, comenzó con los Borbones. La implantación del Estado nacional autoritario con la supresión de las Cortes de Castilla y las de la Corona de Aragón desequilibró la "innata" diversidad española. Otro historiador, García Cárcel, ha subrayado las insuficiencias del modelo borbónico, vertical, frente a la España horizontal de los Austrias: el centro se impuso desde entonces a la periferia y la unidad de España se adoptó como principio. Una idea que, en la siguiente centuria se haría canónica, incluso lírica y emocional, con el noventayochismo, imbricado en la idea del regeneracionismo político y del lamento literario. Un río subterráneo que en el XX tendría al franquismo como su principal valedor ideológico. Elliott comparaba la unión de Inglaterra y Escocia en 1707 con la de Castilla y Cataluña para concluir con un lección divulgativa. ¿Cuántos presidentes catalanes ha tenido España? Desde Prim, ninguno. Tampoco hacía falta que lo recordara el excatedrático de Oxford (que no puede ser acusado de izquierdista): la Constitución y el café para todos no han solucionado el problema. Es obvio. Ni aquí ni en su Reino Unido. Escocia quiere irse de Inglaterra y Cataluña desea regresar a sus orígenes imperfectos. Ambos casos, sin embargo, son tratados por las fuerzas hegemónicas conservadoras, en Londres o Madrid, de forma distinta. El primer ministro británico, David Cameron, y el ministro de Escocia, Alex Salmond, firmaron en Edimburgo el acuerdo que permitirá la celebración de un referéndum sobre la independencia escocesa en 2014. El PP de Rajoy y de FAES (y el PSOE de Rubalcaba) sólo podría concebir ese hecho desde un estado onírico de semiconsciencia postdemocrática tras echar al cubo de la basura todas las referencias identitarias y los posos carpetovetónicos: la identitad y la cohesión se han forjado aquí sobre el nacionalismo -''la idea" de España, subrayada por la ''historiografía de la reconquista"- y la de allí sobre siglos de democracia. No es menor el asunto. No es menor en la opinión pública "liberal», de habría de expulsar tolerancia y respeto.

El "problema" empezó con los borbones, en efecto, pero ha acabado con la explosión romántica de Artur Mas como guía del pueblo elegido aprovechando el desencanto ciudadano, que ha buscado la vía soberanista para reafirmar su perplejidad. Al menos el independentismo ofrece una tierra prometida. Algo es algo. ¿Mejor que lo que hay? Las utopías siempre han sido bienvenidas en la historia cotidiana de la miseria. Y los cambios políticos se han servido de los crujidos sociales. "¿El nuevo horizonte europeo para Euskadi" de Urkullu quiere sucumbir a la estela de Mas? No parece. Euskadi, con todos los respetos, aún sigue siendo esto: Cánovas comprando voluntades para el restaurado Borbón -el célebre "canon"- y luego Franco manteniendo privilegios a los requetés que después en la CE se extendieron a los "territorios históricos". El foralismo engendra otro problema. Aunque Urkullu esté a la defensiva, Euskadi no es Cataluña.

¿Y qué es Cataluña sin Europa? Bruselas le cerró el paso a Mas y la bofetada fue de un colosalismo mesopotámico. Una supuesta Cataluña independiente no es nada sin Europa. No se puede pensar en un estado propio desgajado de la "supranación europea", porque aquella organización territorial define a ésta. Del proyecto europeo depende hoy el destino social, económico y político de este pedazo del mundo. Y el "proyecto europeo" no está preparado hoy para un mestizaje de nacionalidades y regiones refractarias a las instituciones europeas y a una opinión pública lubricada por los Estados-nación. Tal vez en el futuro, según la deriva de los Estados nacidos con la caída del feudalismo, haya que buscar una habitación propia -amplia y soleada- a un nuevo modelo, emancipado de aquél. Mientras tanto, los "viajes" de Cataluña, quizás Euskadi, y Escocia hacia el horizonte europeo se desenvuelven en el terreno de las mitificaciones ensimismadas. No hay solución, en ese terreno, porque no hay problema. Si Europa no los quiere, la cuestión está zanjada.