Ya dije en otras ocasiones, pero conviene insistir, que el Tratado de Maastricht, buscó en los "criterios de convergencia" –todos de carácter nominal, ninguno real como el saldo de la balanza comercial, la tasa de paro o el endeudamiento global de familias y empresas– el saneamiento de las finanzas públicas de los candidatos al euro y la estabilidad de precios en tanto principales objetivos del proyecto. Este Tratado, debe quedar claro, adolece de robustez y racionalidad económica –dada la heterogeneidad estructural de los postulantes– lo cual no excluye que aliente virtudes políticas de largo plazo. Empero, de hecho, el interior de la zona euro es simplemente una zona económica de globalización y librecambio a ultranza.

Ahora bien, el euro es una moneda específicamente diseñada para Alemania y países de su entorno económico –la ex zona marco- que, paralelamente a algunas ventajas, genera asimetrías de todo tipo cuando se impone en un contexto tan heterogéneo como la eurozona, constituida por países estructuralmente muy distintos que, además, en aspectos cruciales en lugar de convergen divergen. Por ejemplo, la diferencia de las tasas de desempleo entre España y Alemania es mayor hoy que cuando accedimos al euro, por no hablar de los diferenciales de intereses de deuda pública o del que pagan familias y empresas.

En una zona monetaria subóptima, como la zona euro, llega un momento en el que las divergencias de los senderos económicos nacionales se tornan ingobernables. Solo hay aparentemente, en esas circunstancias, dos soluciones. Salir del euro o federar las deudas y los presupuestos nacionales renunciando a las independencias políticas de los estados. Ahora bien, el abandono del euro queda completamente descartado habida cuenta que la deuda española en euros habría que reembolsa a un coste exorbitante en la moneda nacional que substituyera a la divisa europea. En cuanto a federar las deudas, Alemania, la locomotora europea, se opone.

Demasiada heterogeneidad estructural para una moneda común

El origen de la situación crítica actual surge, esencialmente, de las asimetrías de las balanzas por cuenta corriente de los países de la zona euro cuyos casos polares son los de Alemania y España. Si tomamos como referencia el año 2007, en el que las cosas aún iban bien, es difícil entender que un país como España (déficit comercial: 126.000 millones dólares por entonces) tuviese el mismo tipo de cambio interior y exterior, eso es lo que significa el euro, que Alemania (excedente comercial: 185.000 millones dólares). Así se explica la falta de liquidez que sufren los países que no pertenecen al núcleo duro de la eurozona: las diferencias estructurales en el seno de Europa reforzadas por una moneda diseñada para Alemania. Resulta inconcebible, sin otros cortafuegos, que el país con la balanza comercial per cápita más deficitaria del mundo en el 2007, España, compartiera la moneda de la principal potencia comercial, Alemania.

Para entender bien la propuesta esbozada en este artículo y la necesidad crucial de una moneda cerrada paralela al euro, debe quedar claro que la crisis actual se enraíza profundísimamente en los distintos niveles de productividad y competitividad de los países que integran la Unión Monetaria Europea. No se trata verdaderamente de una crisis de liquidez, que también en el corto y medio plazo, sino más hondamente, insisto, de heterogeneidad estructural de los miembros de la zona euro. Por ello, aunque el Banco Central Europeo (BCE) o el FMI suministraran suficiente liquidez –suponiendo que tuviesen recursos para ello- las causas determinantes seguirían operando.

Idealmente, cualquier país debe tener el tipo de cambio en consonancia con su competitividad relativa respecto a sus principales clientes y proveedores. Y puesto que es así, ateniéndonos a los criterios de competitividad real establecidos por la ciencia económica, España es uno de los países menos competitivo de Europa. Dichos criterios son: a) tasa de inflación igual o inferior a la de los principales competidores; b) equilibrio cíclico de la balanza comercial; c) pleno empleo. En este sentido, si definimos el tipo de cambio de equilibrio como aquel que es compatible con el sendero de crecimiento de pleno empleo, que no provoque una inflación superior a la que se tome como objetivo, y con el equilibrio comercial exterior, debemos concluir –según distintos cálculos, entre ellos los de Krugman- que el tipo de cambio euro/peseta virtual sobrevalora nuestra divisa entre el 35% y el 40%.

Mecanismos económicos perversos

El caso es que aunque la crisis fuera estructural, que lo es, y requiriese un cambio del modelo económico, presenta, en el corto y medio plazo, los trazos de una crisis clásica de demanda. Y esto es así porque el gasto global está embridado en los nódulos fundamentales del entramado económico siguiendo el siguiente esquema. 1) Los bancos racionan el crédito a empresas y familias deprimiendo la demanda. 2) Las familias (o consumidores) intentan reconstituir su ahorro para encarar la pérdida de riqueza patrimonial generada por la caída de la bolsa y del valor de fincas e inmuebles. Además, también intentan reconstituir el ahorro en previsión de encontrarse próximamente en el paro. A todo ello hay que añadir una anticipación a la baja de los precios que lleva a las familias a posponer sus compras. 3) Por la conjunción de los elementos reflejados en los puntos 1 y 2, los empresarios anticipan la caída de ventas y ajustan a la baja la producción; el siguiente paso es no contratar más mano de obra; finalmente, despiden a parte del personal o incluso cierran las empresas provocando aumento del paro. 4) El crecimiento del paro hunde a su vez el consumo, aumenta la morosidad, con efectos perversos de retroacción, y deteriora las cuentas del Estado. La conjunción de los elementos 1, 2, 3 y 4, en economía cerrada, reforzada por la insuficiencia de las exportaciones, da como resultado depresión de la demanda global. Además, las anticipaciones pesimistas anteriormente apuntadas se refuerzan y autorrealizan. Sólo el Estado puede romper ese círculo perverso. Pero en España casi no hay Estado y lo que de él queda carece de los instrumentos de política económica susceptibles de restablecer un círculo virtuoso.

Lo peor de esta desoladora situación es que al entrar de nuevo en recesión la economía española, y la europea en general, el cañamazo formado por la trama y urdimbre de causas y efectos que se entrelazan indisociablemente potencia una circularidad perversa, que retroalimenta de forma endógena, a su vez, las disfuncionalidades del sistema generando una dinámica sin fin, al menos en el medio plazo. Quiere decirse, no queda excluido que vayamos de mal en peor.

La europeseta: una moneda cerrada

Puestas así las cosas, sin renunciar al euro, propongo en este artículo la introducción de una moneda paralela cerrada, esto es, utilizable solo dentro del territorio español, que carecerá por tanto de convertibilidad tanto interior como exterior. Esta moneda simultaneada con el euro, llamémosle de momento europeseta, será además de curso legal y forzoso asignando a 1 europeseta el contravalor de 1 euro. Mi propuesta es estrictamente económica, dejando a políticos y juristas la implementación legal. Asimismo, soslayo de momento los aspectos técnicos de la cuestión -ley de Gresham, velocidad de circulación de la moneda, base monetaria, control de M3, pagos de pensiones debidas a residentes en el extranjero, dividendos e intereses a accionistas no residentes, porcentajes de precios a pagar en europesetas y euros, porcentaje de salarios de funcionarios, prestaciones por desempleo y pensiones a retribuir en europesetas y euros, porcentaje de impuestos a pagar en una y otra moneda, etc.- para centrarme en la pertinencia de la propuesta.

En un sencillo caso de escuela, supongamos, en primer lugar, que para hacer frente a una amortización por vencimiento de deuda pública de 1.300 millones de euros más otros 700 millones para el pago de funcionarios, el Reino de España emite deuda por 2.000 millones de euros. Supongamos en segundo lugar, cambiando ligeramente la primera suposición, que los 700 millones de esas nóminas se gastarán íntegramente en servicios y bienes producidos en España, añadiendo la hipótesis heroica de que no incorporan ningún input importado. En este caso de escuela, los funcionarios en cuestión no necesitan una moneda como el euro con convertibilidad exterior e interior para adquirir los bienes y servicios nacionales sino simplemente una moneda cerrada –europeseta- pero de curso legal y forzoso de 1 euro con contravalor de 1 europeseta. Es evidente que si se dieran estas circunstancias el Tesoro prescindiría de emitir deuda por 2.000 millones de euros, 1.300 millones serían suficientes, ya que los otros 700 millones podrían emitirse en deuda denominada en europesetas. En consecuencia, si el Banco de España (o, mejor aun, el Banco Central Europeo en aras de llevar un control directo sobre las emisiones) pudiese emitir europesetas, 700 millones de euros quedarían sustraídos al capricho de los mercados puesto que podría pagarse en moneda cerrada a los funcionarios. Sobra decir que, ceteris paribus, es más fácil encontrar tenedor y a coste más bajo para 1.300 millones de euros que para 2.000 millones.

Pero, más importante, si cabe, al ser la europeseta moneda cerrada –sin convertibilidad exterior ni interior- no serviría para importar ni bienes ni servicios directamente, para eso ya tenemos el euro, con lo cual acabaríamos reequilibrando la balanza por cuenta corriente que es, no cabe la menor duda, el frágil talón de Aquiles de la economía española, debilitado aun más desde nuestra entrada en el euro.

Transacciones exteriores (e interiores) en euros

En estricta lógica económica, el euro solo lo necesitamos para importar (bienes, servicios y divisas), exportar, reembolsar las deudas contraídas por particulares (empresas y familias) en el extranjero, pagar a nuestros funcionarios en misión fuera de las fronteras (embajadas, cooperantes, militares, etc.) y hacer frente a los vencimientos de intereses y principal de la deuda pública en euros en manos de particulares, residentes o no, o de instituciones extranjeras. Pero para comprar un o alquilar un apartamento, tres quilos de manzanas cosechadas en España o pagar las prestaciones de desempleo, las pensiones y el salario de los policías municipales no se necesita ninguna moneda convertible exteriormente: es suficiente que sea legal y de curso forzoso con un contravalor igual al del euro. Por tanto ¿qué pasaría si, verbigracia, el Estado desembolsara la mitad de sus pagos en euros y la otra mitad en europesetas? Pues sucedería que los pensionistas, verbigracia, tendrían exactamente el mismo poder adquisitivo que en la actualidad salvo que quizás no pudieran viajar tan frecuentemente al extranjero ni pudiesen consumir tantos bienes y servicios de importación. En compensación, el Estado estaría menos sometido a la tensión de los mercados al emitir deuda en europesetas. De esa guisa, se rompería el esquema Ponzi actual y la economía española entraría en una dinámica virtuosa si paralelamente se acometen las transformaciones necesarias para asentar la competitividad de nuestro país. Y para paliar el peligro inflacionista en el largo plazo –de momento, hay factores de producción, mano de obra y capital, subutilizados- se puede inscribir en la Constitución alguna restricción razonable respecto al gasto del Estado sea en la moneda que sea. No obstante, de momento debemos gozar de una moratoria para poder salir del abismo económico activando los mecanismos pertinentes que pasan por el desendeudamiento del Estado…en euros al tiempo que se le facilita a los bancos, en la medida de lo posible, la base financiera para relanzar el crédito aunque fuere en europesetas.

Ventajas de la europeseta

Por otra parte, el hecho de que España necesitara eventualmente menor financiación en euros -al poder emitir europesetas para las transacciones internas y los pagos del Estado en moneda cerrada- debería constituir también un elemento de recalificación favorable de la deuda en euros. Además, el BCE no tendría necesidad de comprar tanta deuda española como ahora. De consuno, los bancos franceses, alemanes e incluso los españoles estarían más seguros de cobrar la deuda emitida puesto que el Estado dispondrá de más euros o, simétricamente, las necesidades de emisión de deuda en euros disminuirían.

Sucede asimismo que, y no es en absoluto baladí, el Estado español carece en este momento de pegada financiera para deslastrar a los bancos del sector del ladrillo recomprando sus créditos en euros, pero sí podría hacerlo en europesetas a condición que los bancos aceptasen el pago, al menos parcialmente. Esto es, el Estado podría recomprar los susodichos créditos pagando una parte en euros y otra en europesetas ¿Qué ventaja obtendría un banco español al disponer de europesetas que no pueden asignar a actividades cambiarias, ni de desapalancamiento respecto a acreedores extranjeros, ni a pagos de dividendos o intereses a accionistas no residentes? Pues obtendrían la ventaja de poder pagar parte de sus gastos de funcionamiento –salarios, telecomunicaciones, alquileres, externalizaciones de servicios, etc.- en europesetas y conceder créditos en esa moneda sin renunciar a sus créditos en euros a un coste mayor. Lo cual, en los tiempos que corren, no es poco. ¡Cuántas empresas y familias, racionadas actualmente en el mercado de los eurocréditos, aplaudirían que les concediesen créditos en europesetas!

El caso de la Seguridad Social es especialmente interesante habida cuenta que sus reservas están constituidas parcialmente por bonos de deuda soberana española y extranjera. ¿Qué ocurriría si, por ejemplo, 1.000 millones de deuda española en euros llegara a vencimiento? Pues ocurriría que el Estado disminuiría su deuda en 1.000 millones de euros, relajando la tensión en este mercado -aumentaría su deuda en 1.000 millones de europesetas entregadas en contrapartida- y los pensionistas cobrarían parte de la pensión en europesetas que gastarían en España.

El aspecto técnico más difícil de resolver, pero no insoluble, es el de los porcentajes a pagar o cobrar en europesetas y en euros. Los impuestos, por ejemplo, se pagarían en europesetas y euros cuyo porcentaje –digamos, el 50% en europesetas y el otro 50% en euros- habría que determinar de la misma forma que habría que determinar en su momento qué porcentaje del precio de bienes y servicios dentro de España se podría pagar en euros y que porcentaje en europesetas. Asimismo, los salarios de los funcionarios, por ejemplo, no se pagarían solamente en europesetas ni tampoco las pensiones ni las prestaciones de desempleo. Antes bien, una parte substancial debería pagarse en euros. Es evidente que un funcionario puede necesitar euros para hacer un viaje a Marruecos o enviar a los hijos a estudiar a Londres; también el dueño de la tienda de ultramarinos quizás necesite euros para comprar siete libros de matemáticas, si es su deseo, en Amazon USA. Cuestión aparte es el caso, entre otros, de los accionistas no residentes que evidentemente tienen derecho a recuperar sus dividendos en euros y asimismo la obligación de pagar los impuestos en la misma moneda.

Ventajas reforzadas de la europeseta electrónica

Propongo de consuno que los billetes y piezas de euro -moneda fiduciaria- sean los únicos en circulación. Si además las europesetas -moneda escritural- fueran electrónicas –si bien además del soporte en tarjetas de crédito se aceptarían los cheques- se obtendrían varias ventajas adicionales. La primera, no habría falsificaciones de moneda ni pagos en dinero negro ni maletines ilegales de europesetas: las transacciones electrónicas dentro de un país dejan trazas muy visibles. Esas transacciones se podrían efectuar, por supuesto, de la mano a la mano, como ahora, en euros líquidos, pero resultará más difícil conseguirlos por cuanto se asignarán fundamentalmente, el mercado se encargará de ello, a actividades exteriores. Otra de las ventajas de las europesetas electrónicas es que solo circularían billetes y piezas de euro –en contradicción con las predicciones de la ley de Gresham- con lo cual el símbolo fundamental y más visible de la unión europea se preservaría. Además, aflorarían, al menos en parte, las actividades ocultas, y a algunas de ellas, como la economía de la droga, de carácter delictivo le resultaría más difícil desarrollarse. La disminución de euros en circulación introduciría restricciones para ciertos pagos en metálico no declarados. Como las transacciones electrónicas son fáciles de controlar resultaría más difícil defraudar a Hacienda, aumentaría el PIB que ahora está oculto -la economía sumergida en España representa el 20% del PIB- y por tanto se incrementarían los impuestos percibidos por el Estado, autonomías y colectividades locales. Otra ventaja es que no podría producirse un "corralito" pues nadie puede retirar la moneda electrónica para guardarla en un calcetín: siempre tiene que acabar en alguna cuenta domiciliada en el territorio nacional. También se evitaría la fuga de capitales habida cuenta que no podrían enviarse al extranjero toda vez que se trata de moneda cerrada. Finalmente, y no es anecdótico dada la extensión e incremento de la delincuencia informática, los hackers no desvalijarían las cuentas de las europesetas electrónicas ¿para qué querrían una moneda cerrada que, forzosamente, debe transitar siempre por cuentas domiciliadas en España?

*Economista y matemático