Así que, decidido como parece el PPdeG a afrontar una reforma a fondo de lo hecho hasta ahora en Vigo, va a tener que tomárselo muy en serio si quiere saldar con éxito su principal desafío, que será recobrar la alcaldía de la ciudad más poblada de Galicia. Por ahora parece dispuesto a apostar por algo que hizo poco, que es la permanencia municipal, y como primer paso sería un acierto.

En ese sentido, la opción del hasta ahora portavoz como responsable de la travesía supone una apuesta mejor que otras posibles. La sociedad gallega parece cansada de los vaivenes y el 22/M premió a muchos de los que permanecieron en los concellos a pesar de disponer de ofertas para puestos políticos de mayor calado. Son, por ejemplo, los casos de Santiago, o de A Coruña, donde la continuidad municipal de sus referentes le dio al PP un resultado espectacular.

Claro que la dimensión del reto vigués no requiere sólo el acierto en las personas y su dedicación. La ciudad, en términos político/partidarios, ha sido hasta ahora en la derecha -y durante años en la izquierda también- una potencia de segundo orden, muy lejos de su peso económico y social, y eso ha de resolverlo el PPdeG si de verdad quiere que cambie desde el punto de vista electoral el panorama local y aún el general y autonómico, que no tiene, por más que se empeñen sus augures, tan claro como cree.

Algunos observadores han insistido estos días en que hay, en el fondo, otra causa de lo que sucede: la incapacidad de la cúpula gallega del PP para entender lo que siente y cómo lo demuestra una conurbación que, como la de Vigo, está aún en la forja de su propia identidad. Y que, como tantos antes, rechaza aquello en lo que vea desigualdad o maltrato, arrogancia de otros y, sobre todo, injusticia distributiva, una diferencia negativa entre cuanto da y lo que recibe.

Hay mucho de eso en lo que esta Xunta ha hecho. Una Xunta que descalificó con agravios lo que era resistencia al disparate -ya probado- de la fusión de las cajas, que sigue prometiendo ad calendas graecas como si fuese un halago excepcional lo que otros ya tienen -sea un hospital o una depuradora- y con un gobierno que primero se irrita con todos aquellos que le dicen estas cosas y como no logra ningunearlos, los margina.

El PP de Vigo está en la disyuntiva de cambiar eso para defender aquello que le da sentido, que son los intereses de la ciudad y de sus habitantes. Lo ideal será con diálogo, pero a veces habrá de exigirlo.

¿No...?