La decisión de la Xunta de Galicia de impugnar ante el Tribunal Constitucional el Real Decreto-Ley 2/2011 que fija los requerimientos de core capital de las entidades financieras es el penúltimo bandazo de una errática, voluntarista y anacrónica política autonómica en lo que concierne a la forzada fusión de las Caixas gallegas. Que la Xunta haya llegado a este punto es muy significativo en cuanto a la incapacidad de NCG para resolver por sí misma las dificultades en las que se ha metido con todas las de la ley. ¿Pretende acaso la Xunta recurriendo al TC evitar el capital principal del 10% exigible a NCG, garantía futura de una solvencia de acero?

Cualquier persona con cierta cultura y sentido de la realidad sabe que en el histórico desastre económico en que están inmersas España entera y Galicia de popa a proa, algunas Cajas arrastran una enorme responsabilidad que no se subsana, todo lo contrario, pretendiendo que es pronto para aplicar los criterios de Basilea III. De hecho, aunque quizás ya sea tarde, debemos ir más lejos toda vez que esos criterios pueden ser adecuados para Holanda, Austria o Francia pero insuficientes para la situación española.

Seamos claros: NCG necesitará como mínimo 1.900 millones de euros del FROB como agua de mayo. Temo que alguien intenta escamotear que el rating NCG se encuentra al nivel del bono basura/alto riesgo y en lugar de impulsar la necesaria autocrítica y cirugía de guerra se escaquea echándole demagógicamente la culpa a quien no la tiene, lo cual equivale a tomar por memos a ilustrados y empresarios gallegos.

Ni la solicitud de ayudas públicas, ni la caída de márgenes, ni la guerra del pasivo, ni la sequía en los mercados mayoristas de financiación, ni el desplome del beneficio, ni el impacto de la morosidad, ni la pérdida del valor de participadas, ni el lastre del ladrillo parecen afectar a la retribución de las cúpulas de las cajas de ahorro. A pesar de la durísima reconversión, NCG no es excepción.

Todo ello sería perfectamente asumible e incluso entraría en el orden de lo normal si al mismo tiempo NCG no planteara un recorte salarial para cercenar los gastos de personal en 6.000 euros anuales de más de 6.500 trabajadores de plantilla. Sin embargo, independientemente de los recortes salariales a todos los niveles que pueda exigir la frágil estructura de NCG, algunos empezamos a pensar que la eficiencia requiere aumentar la transparencia en relación a qué méritos deciden las retribuciones de cada miembro de la cúpula. La verdadera galleguidad es que los gallegos tengan derecho a saberlo.

Empresas y familias son conscientes, por sufrirlo en carne propia, de las restricciones de crédito. Las instituciones especializadas argumentan que el crédito no crece porque no hay demanda solvente; con el aumento de la morosidad, Bancos y Cajas no pueden incurrir en más riesgos. Tanto es así que la reducción futura del crédito se estima en 200.000 millones de euros en dos años. Excepto las pymes, el resto de empresas con impagos siguen creciendo. En cuanto a las familias, el endeudamiento ha vuelto a subir en el último cuatrimestre y ronda el 90% del PIB. En este contexto desquiciante, las cajas son las entidades financieras más alicortadas por la exposición al ladrillo. Pero el caso de NCG es uno de los peores: lleva un año sin acceder a los mercados mayoristas de financiación mediante emisiones públicas de deuda. Dicho en corto y por derecho, los mercados de financiación mayoristas están prácticamente cerrados para NCG.

Ante esta situación, para sobrevivir, cualquier Caja debe reducir los créditos a empresas y familias y vender con descuento créditos que tienen en cartera. Sin olvidar, por supuesto, el recurso al BCE o la captación de depósitos en la llamada guerra de pasivos. Sorprende que con estos mimbres, NCG saque pecho y se jacte de su capacidad para financiar a pymes con 7.900 millones de euros. Pero añadiendo la condición de que las empresas sean viables si bien esa viabilidad se redefine muy restrictivamente y hay que pagarla más cara. No confundamos, por otra parte, financiar nuevos proyectos empresariales con renovación a vencimiento de pólizas y créditos aunque con nuevas condiciones más drásticas. En definitiva, si ya es doloroso para cualquier pequeño empresario que le restrinjan el crédito dejándolo en el desvalimiento, o se lo encarezcan al 12 o 14 por ciento, roza el regodeo que su "banca familiar" no asuma la mínima autocrítica y, por el contrario, se entregue al autobombo publicitado.

La prensa nos ha informado del reciente litigio que afecta a la cacareada colección de arte Zanchi. Era common knowledge que la pretendida calidad de la colección resultaba harto discutible pero en Caixagalicia incurrieron en su momento en peores desaguisados sin que a día de hoy haya habido rectificación por quien corresponde, es decir, por la presidencia herculina de la Fundación de NCG. Parece como si asimétricamente la Fundación reparase e hiciese públicos los errores de Caixanova olvidando otros más graves de Caixagalicia.

A buen seguro, el lector recuerda la exposición en torno a la pintora lucense Maruja Mallo que tan mediáticamente se promocionó desde Coruña. Muy pocos conocen empero la génesis y entresijos del evento. Resulta que hace un par de años un constructor vasco, cliente de Caixagalicia, hizo frente a un crédito que no pudo pagar entregando una colección de pintura en la que se incluía alguna firma de primer nivel internacional pero cuya calidad está por demostrar. La primera transgresión del procedimiento es imputable a la valoración de la colección. La hizo un galerista de Madrid muy relacionado con Caixagalicia que había también participado en la constitución de la colección que el empresario vasco cedió para amortizar el crédito: la galería de Madrid actuó por tanto como juez y parte en la valoración de la colección. Sin embargo, cuando se dan circunstancias de este tipo, la profesionalidad impone que el acreedor saque a subasta la colección –verbigracia en Sotheby´s o Christie´s– y cobre lo que obtenga de la liquidación para no incurrir en sospecha de pelotazo.

Habida cuenta que el mercado internacional del arte de calidad sigue boyante por el tirón chino, si la colección tuviera el valor que se le asignó, temeraria o interesadamente, podría subastarse actualmente en 70 ó 90 millones de euros que le vendrían muy bien a NCG. Pero si no se obtuviese ni la quinta parte es que alguien no jugó limpio en este asunto. Con todo, la cosa no queda ahí. Para justificar la opacidad de la operación encubriéndola con humo mediático se utilizó la potencia logística y financiera de Caixagalicia dando curso a una exposición de Maruja Mallo, a cuya inauguración asistieron Feijoo y Méndez, a la que siguieron dos más, en Vigo y Madrid. El organizador de las costosísimas exposiciones, financiadas por Caixagalicia, fue el susodicho galerista de Madrid que metió de esa guisa un cerrojazo al mercado de Maruja Mallo en su privativo beneficio marginando a los expertos de aquí. Y si bien se mira, en esta nueva etapa de rigor y profesionalización a ultranza, es inconcebible que NCG, vía la Fundación, siga avalando semejante actuación desentendiéndose de sus responsabilidades.