Soy consciente de que en este momento voces muchísimo más autorizadas que la mía lo han hecho, sin embargo creo oportuno resaltar ahora algunos aspectos más sobresalientes de la persona de Mario Vargas Llosa y en especial la singularidad de su pensamiento político y social.

Vargas Llosa ha sobresalido entre nosotros por su abierta bonhomía, por su cordial manera de estar en el mundo. Hombre que no ha desestimado entrar en la política en su país cuando creyó que era la mejor manera de servirlo, lo dejó tras su efímera aspiración presidencial, y tras ser derrotado, pero sin la amargura ni el resentimiento que tan habituales son en el comportamiento de los políticos profesionales.

"Soy un escritor pero soy un ciudadano, con las ideas literarias pero también tengo ideas políticas", ha declarado el Nobel hispano-peruano que, no obstante, ha rehuido las cómodas adscripciones partidistas. Lejos de la dicotomía izquierda-derecha, Vargas Llosa se ha convertido en un excepcional observador de la sociedad y desde una legítima autonomía, únicamente complaciente con su conciencia, reparte mandobles a diestra y siniestra. Una rara independencia ética solo fiel a sí mismo.

No vacila Vargas Llosa en criticar los aspectos más negativos de nuestra sociedad global, al tiempo que no desmaya en señalar los regímenes dictatoriales sin importarle la ideología en que buscan amparo. Pensando en la América hispana, ha escrito quizás con excesivo optimismo: "Tenemos gobiernos de derecha y de izquierda que son democráticos, y antes eso no se veía. La derecha creía en golpes, la izquierda creía en revolución, eso ya no se ve".

A la manera de un Gide, un Malraux, un Thomas Mann o un más cercano Milán Kundera, Vargas Llosa asume la imagen función del intelectual como francotirador, no dejándose encorsetar en el pensamiento cautivo de las modas o tendencias tan gratas a las levedades postmodernistas.

Basta repasar sus memorias, "El pez en el agua" o la recopilación de sus ensayos, "Contra viento y marea" para descubrir en sus páginas la honradez de un espíritu libre, aunque severamente comprometido con sus valores.

De manera clara, Vargas Llosa ha resumido su compromiso con la libertad y con la literatura: La buena literatura, al despertar el espíritu crítico, genera ciudadanos más libres.