Carezco de elementos contables precisos y fidedignos para analizar detalladamente la crisis actual y substanciar un diagnóstico al respecto pero lo peor es que, en rigor, tampoco me convencen los que conozco. Creo que la perplejidad, el desconcierto, y la improvisación es general si bien se oculta tras gran aparato de logomaquia. El Gobierno anda a tientas pero la oposición vende crecepelos ante un evidente caso de cirugía de guerra. La reforma laboral que tan milagreramente propugnan, sin ser inútil, no remediará al desastre en el que estamos inmersos.

Ahora bien, a pesar del desconcierto tengo claras algunas cosas. Aunque la crisis fuera estructural, que lo es, y requiriese un cambio del modelo económico, presenta, en el corto y medio plazo, los trazos de una crisis clásica de demanda. Y esto es así toda vez que el gasto global está embridado en los nódulos fundamentales del entramado económico siguiendo el siguiente esquema. 1) Los bancos racionan el crédito a empresas y familias deprimiendo la demanda. 2) Las familias (o consumidores) intentan reconstituir su ahorro para encarar la pérdida de riqueza patrimonial generada por la caída de la bolsa y del valor de fincas e inmuebles. Además, también intentan reconstituir el ahorro en previsión de encontrarse próximamente en el paro. A todo ello hay que añadir una anticipación a la baja de los precios que lleva a las familias a posponer sus compras. 3) Por la conjunción de los elementos reflejados en los puntos 1 y 2, los empresarios anticipan la caída de ventas y ajustan a la baja la producción; el siguiente paso es no contratar más mano de obra; finalmente, despiden a parte del personal o incluso cierran las empresas provocando aumento del paro. 4) El crecimiento del paro hunde a su vez el consumo y deteriora las cuentas del Estado.

La conjunción de los elementos 1, 2, 3 y 4, en economía cerrada, reforzada por la caída de las exportaciones, da como resultado depresión de la demanda global. Además, las anticipaciones pesimistas anteriormente apuntadas se refuerzan y autorrealizan. Sólo el Estado puede romper ese círculo perverso. Pero en España casi no hay Estado y lo que de él queda carece de los instrumentos de política económica susceptibles de restablecer un círculo virtuoso. A ello hay que añadir un sector exterior que, lastrado por el euro, es el más frágil de la economía mundial y cuya contribución al crecimiento es negativa. Por tanto, incluso si el Estado encarase una relanzamiento de la demanda global es posible que buena parte de ella se despilfarrase en importaciones como consecuencia de la falta de competitividad con la que el euro lastra a la economía española. Sin embargo, aun así, podemos extraer algunas enseñanzas de la crisis japonesa que, aplicadas con discernimiento, no resultarán banales.

1. La primera lección que interesa asimilar bien es que de nada sirve jugar al avestruz: las autoridades japonesas fueron culpables por dejar a los bancos esconder la gravedad de la situación que atravesaban recurriendo durante años a artificios contables en los balances ¿El Banco de España está a la altura de la situación?

2. La segunda lección, corolario de la primera, es que la velocidad de respuesta/reacción es crucial para evitar la propagación de la crisis al conjunto del sistema financiero y a la economía real. Aquí hemos llegado tarde y además estamos prolongando el estancamiento.

3. La tercera lección es que la manipulación de los tipos de interés a la baja es manifiestamente insuficiente: es imprescindible que el banco central multiplique el volumen y variedad de títulos que acepta refinanciar. Las prerrogativas acordadas recientemente al ICO apuntan en la buena dirección si bien deben reforzarse.

4. La cuarta lección, la más difícil de poner en práctica, es que el activismo del banco central no lo exime de inyectar masivamente capitales públicos en el sector bancario, con nacionalización o sin ella. La expansiva política presupuestaria que practicó el gobierno japonés en la primera mitad de los años noventa fue un paliativo menor que finalmente multiplicó por dos el endeudamiento del Estado. Las decisiones fundamentales en la economía las toman los agentes privados y estos necesitan obtener crédito. Sólo la recompra masiva de créditos dudosos y la reestructuración del sistema bancario, con la nacionalización incluida del tercer mayor banco del mundo, ya quedó dicho, impuesta por las autoridades japonesas puso fin al racionamiento/sequía del crédito.

5.- En fin, para poder acometer estas medidas sin ningún tipo de cortapisas hay que disponer de un banco central autónomo. Pero eso es, euro mediante, harina de otro costal.