Uno de los catorce expertos que ayudaron a elaborar el programa electoral del actual Gobierno acaba de pronosticar el fin del mundo para dentro de treinta o cuarenta años, aunque nada tenga que ver Zapatero con esa triste circunstancia. A tanto no llega la impericia que sus adversarios atribuyen al presidente español.

La culpa va a ser más bien del cambio climático. Profetiza efectivamente Jeremy Rifkin –que tal es el nombre del augur– la desaparición de la Humanidad allá para mediados de este siglo. Bastaría a su juicio con que las temperaturas medias del planeta suban unos seis grados para que la hecatombe se produzca y no queden sobre la superficie de la Tierra ni las raspas de nuestra especie o de cualquier otra.

Consuélense, sin embargo, los aprensivos. Rifkin, antiguo asesor de Bill Clinton, no es un meteorólogo sino un economista al que hay que suponer más ducho en inflación que en anticiclones y borrascas. Quiere decirse que sus vaticinios, tan ominosos, no han de ser tomados necesariamente al pie de la letra.

Menos aún si se tiene en cuenta que el mentado experto es uno de los responsables del programa electoral con el que, partiendo de la nada, el actual Gobierno está llevándonos hasta las más altas cotas de la miseria. Si los consejos de Rifkin –entre otros– han servido para que el paro escalase por encima de los cuatro millones de desempleados en España, ninguna razón invita a pensar que tras esa garrafal equivocación vaya a acertar ahora con los pronósticos del clima. No digamos ya en sus profecías sobre el casi inminente Apocalipsis.

Felizmente, el cenizo de Rifkin no se limita a anunciarnos desgracias y a darle malos consejos al Gobierno español, tan necesitado de ellos. También dispone de una receta que a modo de Bálsamo de Fierabrás va a salvar al mundo de la destrucción si las autoridades competentes del planeta se deciden a ponerla en práctica. Muy original no parece, desde luego; pero acaso sea efectiva. Consistiría básicamente, si uno no ha entendido mal, en dotar a los edificios de paneles solares y molinillos de viento de tal modo que la Humanidad se haga autosuficiente y pueda prescindir del petróleo cuya combustión le está haciendo un roto a la capa de ozono de la atmósfera.

Puede que la idea parezca un tanto optimista e incluso naíf, de puro ingenua; pero ya se sabe que la cortesía exige respetar las opiniones de los expertos, por extravagantes que resulten. Y más si son americanos, claro está.

Lo malo es que Rifkin puso en serio riesgo su credibilidad al afirmar a continuación, sin que se le escapara la risa, que España es la principal candidata a liderar la Tercera Revolución Industrial que cambiará la economía del mundo y pondrá fin a la pesadilla del cambio climático. No contento con tan aventurado vaticinio, el antiguo asesor de Zapatero puso como ejemplo pionero para el mundo la futura Ley de Economía Sostenible que el Gobierno español tiene en mente. Más aún que eso, Obama, el nuevo rey Baltasar del mundo, está al parecer muy pendiente de todo lo que hace su colega Zapatero para –en palabras de Rifkin– "seguir su ejemplo" y copiarle el modelo de "economía verde" con patente made in Spain.

Sólo le faltó añadir que España volverá a ser un imperio (ecológico, en esta ocasión) y que la tortilla de patata sustituirá con éxito a la hamburguesa en todos los restaurantes de comida rápida del mundo; pero una conferencia no da para tanto, como es natural.

Tranquiliza mucho saber, en cualquier caso, que el autor de estos sorprendentes augurios sobre el liderazgo de España en la nueva economía mundial es el mismo que profetiza la extinción de la vida sobre la Tierra de aquí a treinta o cuarenta años. Tan improbable parece una cosa como la otra, así que más nos vale guardar la calma y seguir pagando la hipoteca. Los bancos insistirán en cobrarla, por mucho que se acabe el mundo.

anxel@arrakis.es