A la vista de lo que cae -y lo que aguarda: si 17.000 folios del sumario armaron el lío presente, cuando se publiquen los 34,000 mil que faltan puede arder Troya- en el "caso Gürtel", parece razonable pedirle al señor Núñez Feijóo que no imite a don Mariano Rajoy y amplíe su reacción sobre ese "yo no fui" en el que ahora mismo insiste. Y que, aun exacto, es insuficiente y sobre todo suena más a excusa que a argumento.

El motivo de la petición no es tanto la honra del PPdeG como el sosiego de los gallegos, gobernados por ese partido y que en un porcentaje creciente se están preguntando ya si se le pueden confiar vidas y -sobre todo- haciendas con semejante tormenta encima. Y como esa pregunta es negativa y puede que también perversa, necesita una respuesta tal que no deje lugar a dudas; ni siquiera a las de la oposición, que maneja el asunto sin pausa ni tregua, como manejó el PP en su día -los años 90- las filtraciones acerca de la corrupción socialista.

Y es que, dicho siempre desde el respeto para la inmensa mayoría de la gente Popular, sus líderes tienen que entender que eso de recordar que cuanto narra Crespo Sabarís aunque fuera cierto, tiene diez años de antigüedad, y él ya no está, no basta: permanece el Partido, que en su día -parece- se benefició al menos en parte de las prácticas que se investigan. Es esa una herencia fea, pero herencia, y como no se recibió a beneficio de inventario, ahora ha de apechugar con ella.

Lo curioso es que en el PPdeG ya no está el presunto autor directo del desaguisado. Y aunque lo destituyeron oficialmente por otros motivos, y luego causó baja motu propio como militante, es evidente que ya no está y por tanto no lo pueden cesar. Pero sí pueden investigar, quienes hoy dirigen el PPdeG -limpios de viejas salpicaduras- si después de todo aquello alguien dio dinero público a "Gürtel", o no. Y si sí, expediente y a la calle. Punto.

En este punto quizá venga a cuento una reflexión sobre todo esto y la posibilidad de que el estruendo exterior provoque daños a inocentes. En principio hay que confiar -aunque a veces cueste, sí- en la Justicia y suponer que aquellos a quienes declare culpables lo sean. Y a continuación, y a la hora de fijar la responsabilidad política, la dirección del PP habrá de ejercer aquella opción entre la injusticia y el desorden.

Es un terrible dilema, pero quizá inevitable. Porque tal como están las cosas, la multitud no quedará satisfecha, y sus dudas despejadas, si no hay cabezas. Y aun así, ya se verá.

¿Eh...?