Dos de los gigantes mundiales de la industria del automóvil, Ford y Chrysler, despiden el año con un anuncio de tintes dramáticos: pararán todas sus plantas de producción durante tres semanas y un mes, respectivamente, acuciados por la crisis que atraviesa el sector. No es el único dato alarmante con que la automoción cierra el año. Acaba de saberse que en Europa han sido matriculados un millón de vehículos menos que en 2006 y, por ceñirnos ya a España, que en nuestro país la producción cayó en noviembre nada menos que un 39% respecto al mismo mes del año anterior. La crisis golpea ya con saña a los sectores productivos y uno de los más castigados sin duda es el de la automoción.

Galicia lo sabe bien, pues lleva semanas bajo una lluvia continua de noticias preocupantes para su corazón industrial, que no es otro que la planta viguesa de Citroën y el importante cluster de empresas auxiliares generado en su entorno en las últimas décadas. La primera cierra 2008 con un recorte de producción del 20%, mientras que las segundas, ese entramado de pymes que da empleo a unas veinte mil personas, lo hace con una caída del 10%. La fábrica de Balaídos ha cancelado la renovación de contratos temporales y ha enviado a casa durante casi un mes a sus trabajadores a causa de la caída de ventas, aunque mantiene a toda su plantilla fija. En fin, son ya casi una decena las empresas auxiliares que han anunciado su cierre o la apertura de expedientes de regulación temporal de empleo.

Las administraciones, independientemente de su ámbito de competencia, se han lanzado a anunciar medidas de ayuda cuyos resultados para la automoción gallega son más que dudosos, al menos hasta ahora. Los del Plan Vive, destinado a subvencionar la venta de coches "limpios" -que emiten menos de 140 gramos de CO2 por kilómetro recorrido- no admiten dudas: son un rotundo fracaso, entre otros motivos porque sólo una versión de los modelos que se fabrican en la planta viguesa cumple con estos requisitos. El director de la factoría, Pierre Ianni, y el presidente del Clúster de la Automoción gallega, Antonio Vega, lo han dicho claro y alto: incentivar la compra de vehículos ecológicos no ayudará a la industria de la automoción gallega. Y han puesto el dedo en el ojo a las Administraciones al explicar que lo que se necesita, y con urgencia, son ayudas al consumo, créditos para que los potenciales compradores adquieran vehículos y alivien los enormes stocks existentes.

Mientras el Gobierno central apuesta por concentrar las ayudas en el auto ecológico y en el desarrollo del futuro coche eléctrico, los mercados se desploman, los concesionarios anuncian una catarata de cierres y las fábricas se paralizan.

Los responsables de Citroën en Vigo recuerdan que su multinacional ya ha optado a corto y medio plazo por motores híbridos (en colaboración con Bosh) y sistemas de ahorro de combustible como el start and stop, que permite al vehículo detener el motor cuando no se encuentra en movimiento. No son cuestiones contradictorias. A largo plazo, el futuro del sector parece claro que pasa por el coche eléctrico, pero esa no es la solución para el presente y el futuro inmediato de la automoción viguesa. Lo prioritario para el sector en Galicia es dar salida a su producción e impulsar la venta de sus modelos actuales.

Las medidas de la Xunta para alentar el consumo, entre ellas la de avalar los créditos, son positivas, pero insuficientes. La fábrica de Citroën necesita de un plan europeo en esa misma dirección de fomento de las ventas, por la sencilla razón de que el 80% de la producción local se destina al mercado europeo y por tanto es fuera de España donde más necesita que se compren sus vehículos. Y las ayudas deben llegar cuanto antes porque Europa registra ya una fuerte caída de las ventas, mientras EE UU tiene a los tres gigantes de Detroit (General Motors, Ford y Chrysler) al borde de la bancarrota.

La realidad de Citroën, hoy por hoy, no pasa por el coche eléctrico. Lo primero que necesita la automoción gallega son políticas que activen la compra de coches; lo segundo, ayudas para el desarrollo de su modelo híbrido-el más inmediato y en el que ya trabaja- y, lo tercero, respaldo para poder dar en el futuro el salto al vehículo eléctrico, si este tipo de coches resulta ser finalmente la alternativa, tal y como parece. Las tres actuaciones son importantes, pero por ese orden. Porque Galicia debe poner la mirada en el futuro y tener los pies en el presente. La comunidad afronta muchos retos, pero ninguno comparable al de garantizar la buena salud de un sector, el de la automoción, que representa nada menos que el 18 por ciento de su Producto Interior Bruto. Lo que está en juego es buena parte de la riqueza de Galicia y, consecuentemente, del bienestar de los gallegos.