"Los vuelos de la CIA no son nada comparado con lo que sucede en las bases". La electricidad de estas palabras de Zapatero, pronunciadas en 2006, se propaga sobre los documentos que demuestran la aquiescencia -por no llamarla sumisión- del gobierno Aznar a que España colaborara en la creación de Guantánamo, la cárcel global de diseño norteamericano. Las bases conjuntas debían ahorrar la vergüenza y las preguntas de la prensa, mientras centenares de presos secuestrados o comprados a los señores de la guerra viajaban a Cuba sin las engorrosas interferencias judiciales ni mediáticas. Una vez que el grueso de la población carcelaria sobrevoló suelo español y aterrizó en Estados Unidos en aviones estatales, la compañía ultrasecreta CIA Airlines se concentraría en operaciones selectivas, deteniendo en cualquier país a ciudadanos rumbo a la tortura. Sin formular acusación concreta alguna.

La acción judicial en la Audiencia Nacional contra los llamados aviones de la CIA arranca de unos recortes de Diario de Mallorca, enfocados hacia el juez por el tesón de unos ciudadanos responsables. Los informes que vinculan a los gobiernos del PP con el ingreso de presos en el limbo de Guantánamo -un transporte paralelo al anterior- han sido publicados por El País. La utilización de Europa como una rejilla de unos mil quinientos vuelos del espionaje norteamericano camuflados como privados, ha sido desbrozada por la prensa continental. The Washington Post anunció que CIA Airlines se complementaba con prisiones secretas, no sólo en países como Marruecos o Indonesia, también en cumbres de la europeidad como Polonia o Rumanía. El Consejo de Europa determinó que Mallorca había servido como base de operaciones de la red de secuestros de Estado, cientos de casos cuya contabilidad tardará en ser aclarada. El Parlamento Europeo remachó las investigaciones por encima de partidismos. ¿Y los países implicados? En este somero balance no figura ninguno de ellos. Con una ejemplar solidaridad transversal, los Gobiernos y las oposiciones de España, Alemania, Italia o Gran Bretaña ha aunado esfuerzos para ralentizar las acciones judiciales hasta el límite de la parálisis.

Zapatero otra vez. "El CNI ya tiene mucho trabajo con ETA y con el terrorismo islámico, como para preocuparse además de la CIA". Por tanto, y según comentaba un europarlamentario socialista, "tienen barra libre". Hoy mismo, diciembre de 2008, ninguna medida concreta evita que un secuestrado por error en cualquier país haga escala en un aeropuerto español, camino de un país que lo torture. Estados Unidos ha resuelto el problema redefiniendo el concepto de abuso a los prisioneros. Los atentados de Bombay, el acto de contrición de Bush sobre la guerra de Irak y el pánico en los servicios de inteligencia ante una acción de Al Qaeda con armamento nuclear, confirman la esterilidad de la ilegalidad.

"Ellos son muchos más", concluía Zapatero como si la CIA fuera un enemigo más imbatible que invisible. Su actitud no sólo contrastaba con el entreguismo palpable en los documentos intercambiados entre miembros del gobierno de Aznar, también con la ambigüedad del gabinete socialista. El PSOE quiere erigirse simultáneamente en campeón de los derechos humanos y líder de la alianza con Bush. Hasta Colin Powell se burló ostentosamente de los perfumados países europeos, ansiosos por olvidar su colaboración con la vulneración indiscriminada de la realidad so capa de la guerra contra el terror -un concepto absurdo de raíz-.

Los vuelos de la CIA hacia la tortura y la complicidad de Europa estaban sobradamente probados, a falta de delimitar las responsabilidades individuales. La documentación ahora publicada es el equivalente a la piedra de Rosetta, que permitió desentrañar los jeroglíficos egipcios.

Los participantes en el chapucero mecanismo de colaboración con el secuestro preludiaban a los protagonistas de Quemar después de leer, torpes hasta el punto de no eliminar todas las pruebas. Mortadelo y Filemón como torturadores. Es posible que otros participantes en la gestación de Guantánamo -Portugal, Italia, Turquía, Alemania, Reino Unido- fueran más discretos, pero los papeles que han aflorado en España suponen para Obama el recordatorio de que ha de optar entre encubrir o denunciar uno de los mayores atentados contra la dignidad humana en la historia de su país.